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La Humanidad, de la cual cada uno de nosotros es una célula, está recién en la edad de la pubertad, y eso explica sus turbulencias. Conceptos, nociones, ideas y teorías largo tiempo respetadas por el hombre, se derrumban unas tras otras. El progreso material, la comodidad física, los espejismos del poder, del dinero y del prestigio, no otorgan las satisfacciones que prometían. En su lucha por evolucionar, la humanidad tiene que darse cuenta que los problemas de la existencia no pueden ser resueltos en la dimensión de una consciencia conceptual, dentro de los criterios puramente racionales.