Existe un quinto Evangelio, El Evangelio según Tomás, descubierto en Nag Hammadi (Alto Egipto) en 1945, y traducido del copto por primera vez en 1959. Según la opinión de los expertos de la Escuela Bíblica de Jerusalem, este texto sorprendente es más antiguo que los Sinópticos. Así el Evangelio según Tomás nos trasmite, posiblemente, las palabras exactas pronunciadas por Jesús y al mismo tiempo cuestiona una gran parte de las bases del cristianismo. El nos revela un Maestro espiritual en todos los aspectos semejante a los del Asia tradicional; desborda las fuentes del esoterismo cristiano, y puede incluso incentivar una renovación de la espiritualidad occidental.

El manuscrito, junto con otros textos encontrados con él, se encuentra en el Museo de El Cairo. Y aunque las primeras traducciones datan de 1959, es notoria una verdadera conjuración de silencio en torno a este descubrimiento sin precedentes, que remece las bases mismas del cristianismo tal como nos ha sido transmitido. El comienzo de este Evangelio es el siguiente: He aquí las palabras secretas que Jesús el Viviente ha dicho y que ha transcrito Didyme Judas-Tomás … . Se puede suponer que Jesús, sintiéndose amenazado a la vez por los fariseos y por los romanos, ha dictado lo esencial de su mensaje al discípulo susceptible de preservarlo. Estamos en presencia de un texto que fue enterrado casi tan pronto como fue divulgado, y que ha permanecido al abrigo de toda manipulación. No se encuentra allí ninguna de esas amplificaciones propias de los Sinópticos, las cuales son el resultado de las sucesivas redacciones. Las versiones que tenemos son de tercera o cuarta mano. Pablo las ha modificado con su influencia, principalmente Marcos.

La conjuración de silencio se explica en la medida en que la Iglesia ha rechazado desde hace largo tiempo toda noción de esoterismo. Resulta cómodo, y además abusivo, amalgamar la gnose de Tomás en tanto que conocimiento iniciático con los gnosticismos aberrantes de los primeros siglos. Jesús ha dicho: Vosotros habéis ocultado las llaves del Conocimiento; no solamente no habéis entrado, sino que habéis impedido entrar a los otros. Y lo mismo: El perro en el pesebre no come ni deja comer a los bueyes. Y todavía: Yo digo mis misterios sólo a los que son dignos de ellos .