Al parecer, hay seres que alcanzan las riberas de un mar tan misterioso como inaccesible. A través de su estupefacción o de su admiración nos llegan los ecos de su descubrimiento, a pesar de que no cesan de repetirnos su impotencia para describir esta experiencia. No es extraño, en efecto, escuchar sus cantos resonar con los mismos acentos; sus palabras se quiebran frente a las mismas imposibilidades, frente a los mismos límites del lenguaje y de la razón? La convergencia de sus emociones, la identidad de sus temas nos aportan elementos sobre los cuales fundar un conocimiento que los hace más cercanos a nosotros, incluso si el primer hito es el abismo infranqueable que separa la experiencia vivida por el místico de la consciencia ordinaria.

Así, en el límite de esta experiencia, cada uno a su manera y según su tradición va repitiéndolo: es inefable, nada puede ser dicho, porque Eso no se compara con nada, es inasequible y sin acceso. Y de la unanimidad de sus testimonios nutridos de paradojas y de balbuceos, se desprende la Realidad divina, Esencia única, simple, sin igual y, además, indescriptible, incognoscible, siendo ella misma su propia prueba.

Dulce, néctar, ambrosía, caricia, resplandor, las expresiones sensoriales se multiplican tratando de sugerir el carácter concreto de una experiencia que escapa a cualquier idea, y a la que cualquier noción, cualquier discurso, desnaturaliza y traiciona.

Pero no es ceder a la inevitable tentación, comenzar por celebrar al Uno fuera del cual no hay nada?.

 

La Esencia Única e Incomparable

La definición misma del Islam es una afirmación manifiesta y exclusiva de la Unidad de la cual todos los sufíes son ardientes y sutiles defensores. En el tratado de la Unidad, la famosa fórmula es expresada así: No hay más Dios que Él, no hay más existencia que El, no hay otro que El, no hay Dios sino El.

La esencia de Dios es el misterio de la Unidad dice Jili.

Y Al-Hallaj habla de la Unidad como enigma obscuro hacia el cual no hay viaje ni etapa.
Enigma ya que Dios – dice él – ha prescrito atestiguar su Unidad y prohíbe describir el fondo de su Esencia. Pero a la vez denuncia la vanidad de esta afirmación no obstante esencial: Cuídate de proclamar su Unidad: Pertenece sólo a Dios el proclamar su Unidad.