Meister Eckhart, por cuya mente y obra Jung se sentía particularmente atraído, también debería mencionarse con respecto a este tema. Su refrán: Soy la causa de que Dios sea Dios! refleja un punto de vista similar de la relación hombre-Dios.
Tampoco debe olvidarse a Hegel (1770-1831), en el que encontramos declaraciones como Sin el mundo Dios no es Dios y Dios es Dios sólo en tanto se conoce a sí mismo; asimismo su conocimiento de sí es su consciencia de sí en el hombre y el conocimiento de Dios en el hombre. A principios de siglo Rilke vistió su pensamiento en forma poética:
Se quebraría tu copa? Esa copa soy yo.
Se arruinaría tu bebida? Esa bebida soy yo.
Yo soy lo que tú haces,
Conmigo todo tu sentido desaparece.
La correspondencia entre Jung y Neumann sobre Dios y el hombre es de lectura impactante, aunque difícil: dos psicoterapeutas, maestro y alumno, cristiano y judío, ambos luchando pocos años antes de su muerte con la pregunta del sentido, ninguno de los dos dudando de declararse a favor de una fe basada en cada caso en un arduo trabajo mental, investigación y experiencias profundas. El Dios de Jung, que evoluciona y va adquiriendo forma a través de su encuentro con el hombre, constituye una imagen primordial. El Dios de Neumann, que mora en reposo inmutable, es otra imagen primordial, igualmente profunda y significativa. Corresponden al flujo y al cambio, la génesis y la degeneración de Heráclito y el Uno autosuficiente e inmutable de Parménides. En palabras de Jung: En definitiva, es posible imaginar a Dios como una corriente de energía vital que fluye eternamente y que constantemente cambia de forma de la misma manera que puede imaginarse como una esencia eternamente inmutable. Ni una ni otra imagen nos dicen nada acerca de Dios en sí. Lo importante y emocionante es el hecho de que Jung, al igual que Neumann, dio el paso a partir del conocimiento de las bases arquetípicas de dichas imágenes hacia la declaración mística, a la fe y la afirmación del sentido. Esta decisión no significó en ninguno de los dos una negación de la base psicológica de las declaraciones míticas, pero ambos conservaron la libertad de crear un mito del sentido.