La ciencia es conocimiento organizado y observación científica. En general asumimos rápidamente que esa observación nos es natural, que hemos nacido naturalmente observantes. Pero la verdad es que la mayoría de nosotros nacemos flojos, y la observación más allá de las necesidades de la vida es fruto de un gran esfuerzo voluntario. El resultado es que vivimos en un mundo del que conocemos un poquito más de lo que pueda conocer un perro o un gato; estamos acostumbrados a unas pocas cosas por larga convivencia con ellas; tenemos una conocida inclinación por un cierto número de ellas; pero hasta que nuestra observación científica avance, escasamente podremos decir que hemos sido curiosos. Tal como en un sueño, damos por supuestos los más sorprendentes hechos de la vida. Rodeados por multitud de objetos misteriosos, apenas observamos su cáscara exterior. Pocos de nosotros podríamos recordar con claridad más de una en cien de las maravillas habituales que diariamente vemos.
Lo que aumenta nuestra inercia vital es el hábito, que nos hace vegetar desde la infancia hasta la edad avanzada sin mayor crecimiento, y el someter todos los objetos (y personas) a una clasificación instantánea de lo que me gusta y lo que me disgusta. Es claro que no hay ciencia en esto, al menos en un sentido objetivo. Tal clasificación puede servir como síntoma de nuestro propio estado de ser, pero no es siquiera un intento de clasificar y ordenar nuestro conocimiento del mundo. La observación real comienza cuando el gusto y el disgusto cesan de ser considerados como criterio de valor. Toda ciencia va más allá del infantilismo de una actitud de me gusta y no me gusta.
Incluso la observación científica es muy defectuosa en sus métodos. Desconfiando, con buenos motivos, de la mezcla de fantasía con observación, la ciencia ha cometido el profundo error de pasar por alto la imaginación; con el resultado de que los observadores científicos entrenados son las últimas personas en el mundo en ver las cosas como son e íntegramente. Ellos pueden ver, con una precisión considerable, aspectos de las cosas, o la continuidad y desarrollo de ciertas cualidades especificas. Ellos pueden pesar, medir, analizar y calcular los movimientos en el tiempo y el espacio. Pero lo así observado no sólo muere en sus manos, sino que es visto en fragmentos y rara vez como una totalidad, y más raramente aún como fases de un proceso sin principio ni fin.