Cuando vivimos de acuerdo a un punto de vista iluminado, comprendemos que Nirvana (mundo espiritual) está dentro de Samsara (mundo material). Son lo mismo, pero puede ser muy difícil de comprender sin saber primero cómo trasmutar las emociones y cómo trascender nuestros obstáculos. Antes de esto, aunque muchas de nuestras actividades puedan parecernos satisfactorias, estamos justamente acumulando karma: más necesidades, más condicionamientos inhibidores. Samsara es nuestro campo de entrenamiento. La impermanencia es una de las raíces del sufrimiento, y la ansiedad mental puede ser aún más penosa que la enfermedad física.
De acuerdo al Mahayana, una vez que el deseo de alcanzar la iluminación se despierta en la mente, algo ocurre en forma inconsciente dentro de nosotros. Al principio podemos luchar contra ese deseo y crearnos más sufrimiento, pero es a través de él que lograremos eliminar obstáculos y despertar. Una vez que empezamos a buscar la iluminación, no hay marcha atrás. La influencia positiva de este deseo por la iluminación es muy poderosa.
El yo-imagen:
Nuestro natural estado de ser es el de estar atentos, no atentos a algo sino en un estado que abarca la totalidad de la experiencia en su pureza. Allí nuestra mente está equilibrada, liviana. libre y flexible. No somos capaces, sin embargo, de permanecer en ese estado de atención, porque nuestra inclinación inmediata es querer saber quién está experimentando qué. Como resultado, aparece de nuevo nuestra consciencia ordinaria que divide nuestras percepciones en sujeto y objeto, creando como sujeto un yo-imagen. Pero quién es realmente ese yo-imagen? Simplemente una idea proyectada por la mente. Bajo la influencia del yo-imagen, perpetuamos la orientación sujeto-objeto. Tan pronto como nos identificamos con ella, empieza la comparación: yo esto, el otro, aquello, y el aferramiento y el egoísmo siguen rápidamente. Es allí donde la mente formula discriminaciones y juicios que causan conflictos.
El yo-imagen carga de energía estos conflictos y ellos, a su turno, nutren al yo-imagen. Así éste se perpetúa tendiendo a filtrar la experiencia de manera de permitir solamente que funcionen sus propias y rígidas construcciones. Ni abierto, ni aceptante, el yo-imagen nos aprisiona en bloqueos y constricciones. Nuestro flujo natural de energía es interrumpido y la profundidad de nuestra experiencia queda severamente limitada,