Contemplando nuestras emociones negativas, veremos en juego la naturaleza aferrante del yo-imagen. Siempre está haciendo demandas, siempre queriendo más y más. Al nutrirlo, perpetuamos lo que nunca podremos esencialmente satisfacer. Al final, veremos que el aferramiento transforma toda satisfacción en frustración, nada está a la altura de lo que exige el insaciable yo-imagen. La frustración conduce a emociones negativas y, como el yo-imagen se nutre de la negatividad, redobla su fortaleza con cada frustración que soportamos.
Tan pronto como somos conscientes de la naturaleza del yo-imagen, sabemos que podemos cambiar, desarrollando flexibilidad en nuestras actitudes, porque nuestra consciencia es en sí misma flexible y no rígida . Podemos desarrollar esa flexibilidad adoptando nuevas perspectivas. Por ejemplo, cada vez que
nos sintamos desdichados, digamos con énfasis: Soy feliz. Digámoslo fuertemente a nosotros mismos, aun si nuestros sentimientos nos contradicen. Recordemos que es nuestro yo-imagen el que es infeliz porque algo contrarió sus deseos, no nosotros. Nuestra total disposición interna puede cambiar así, aun
sin que cambien las circunstancias exteriores.
Debemos elegir entre seguir al yo-imagen que nos tiene prisioneros o desarrollar una actitud positiva que nos traiga claridad, plenitud y felicidad. En el lado positivo, ni expectaciones ni frustraciones ni un dominante yo-imagen nos apartará de la inmediatez de nuestro verdadero ser. Los obstáculos y las distracciones ya no dividirán más nuestros sentimientos y nuestra mente. Estaremos equilibrados y nos experimentaremos a nosotros mismos tal como somos.
No importa en qué situación nos encontremos, podemos escoger nuestro ambiente mental, Al preferir el equilibrio, daremos un propósito a nuestra vida. La elección es nuestra: tenemos solamente que elegir el camino de la libertad.
Cambio de sí mismo:
Aunque nuestra vida pueda parecer feliz en la superficie, una sensación de profunda insatisfacción y falta
de plenitud puede yacer subterráneamente bajo esa apariencia. Es una sensación para la que no encontramos una causa definida. Al observarnos honestamente, caemos en la cuenta de que se debe al hecho de no estar usando nuestra vida tan productivamente como debiéramos. Es tan fácil dejar de hacer
lo que sabemos que es importante en un momento dado, aunque ello sea significativo para nuestra vida.
A menos que empecemos pronto a cambiar esa actitud, no iremos a ninguna parte. Actuar así, sin embargo, no es una tarea fácil, porque ello significa hacernos cargo de nuestra vida y aprender a ser honestos con nosotros mismos en una forma no habitual.