La mayoría de estos ejemplos sugieren que las metaforaciones visuales, en particular, inspiran hipótesis, y viceversa. En un ensayo informativo sobre este tema, Arthur Miller, un profesor de física de la Universidad de Lowell, explica lo esencial que es el pensamiento visual en la comunicación de una teoría científica. Examinando el empleo y no empleo de modelos visualizables en el desarrollo de la teoría cuántica, Miller relata: Hay un dominio de pensamiento en el que las distinciones entre las concepciones artísticas y científicas carecen de sentido. Pues en él es manifiesta la eficacia del pensamiento visual y un criterio para escoger entre diversas alternativas que no se deja reducir a la lógica, y se caracteriza del mejor modo como estético.

La idea de la estética y las visualizaciones en la ciencia forma parte de un trayecto intelectual artístico y arquitectónico que trasciende los más altos planos del razonamiento analítico. Consideremos, por ejemplo, el stupa (templo que guarda una reliquia) budista de Borobudur, Java, que data del siglo IX. Este templo en particular une la mente y el cosmos por medio de la meditación activa y la metáfora. Su elaborada forma simbólica, basada en el mandala (un símbolo místico sagrado del universo; véanse metaforaciones 6b y 6c) está destinada a estimular a sumergirse y derivar por las aguas más profundas de la meditación. Los devotos experimentan una sensación de unidad al irse moviendo físicamente por los espacios, cuidadosamente atentos. Ascienden desde las cinco galerías rectangulares a cada una de las tres terrazas circulares ascendentes. Desde allí suben al stupa principal, en el centro del templo, donde los espacios florecen como la obra de arte que hay en cada uno de ellos. Las galerías se abren sobre terrazas, o se despliegan en ellas. Mientras los devotos ascienden, el relato cambia de tono.

Las escenas de la vida de Buda, tan claramente articuladas en el punto de partida, evolucionan hasta convertirse en puras abstracciones. La experiencia de esta evolución supone seguir el relato con una concentración ininterrumpida. Los devotos emprenden esta transformación que los lleva a diversos grados de iluminación. Pasan de la visión pasiva de objetos e imágenes familiares (lo conocido y lo descrito) al abandono gradual y activo de todas las formas reconocibles (el acto de abrazar lo desconocido y lo indescriptible).