Antídotos para el Falso Orgullo

Antídotos para el Falso Orgullo

6350903984014014Obra de Ángel Rey Vazquez

 

El orgullo es una concepción, un modo de ver las cosas, por el que exageramos una cualidad que poseemos –fuerza física o belleza, educación, clase social o talento- y que nos conduce a considerarnos superiores a los demás.

Esta actitud conlleva muchos inconvenientes. Bajo la influencia del orgullo, tratamos de asegurarnos que otros se enteren de lo buenos que somos. Hablamos de nuestros logros; buscamos impresionar a los demás para ganar elogios, reputación o dinero. El orgullo provoca que miremos desde arriba a aquellos que pensamos que carecen de nuestras buenas cualidades.

Cuando la presunción nos domina, resultamos realmente patéticos. Si fuéramos honestos con nosotros mismos, veríamos que bajo el disfraz no creemos que somos realmente buenos. Para convencernos de lo contrario intentamos desesperadamente persuadir a los demás de que poseemos ciertas cualidades que son excelentes. Pensamos que si otros consideran que somos importantes es que debemos serlo. En el fondo, todos nosotros, seres comunes, tenemos una pobre imagen de nosotros mismos, ni siquiera la persona con aspecto distinguido que según el modelo mundano personifica el éxito, se siente lo bastante bien. Cuando nos resulta difícil admitir nuestra propia inseguridad, la enmascaramos con el orgullo.

¿Cómo es posible que personas que parecen tener éxito no se sientan bien consigo mismas? Ellos, como nosotros, buscan en el exterior la autoafirmación, el elogio, y el reconocimiento. Así ignoramos nuestra capacidad para llegar a ser sabios y compasivos. Aunque busquemos en el exterior la felicidad y el amor propio, estas cualidades sólo pueden ser verdaderamente alcanzadas mediante un desarrollo interno.

El orgullo nos hace actuar de forma ridícula: alardeamos de apariencia física pareciendo a menudo estúpidos a los ojos de los demás. Criticamos libremente a los otros y después nos desconcierta que la gente no quiera compartir nuestra compañía. Tratamos a los demás injustamente y más tarde protestamos porque no hay armonía en la sociedad. Cuando las personas se sienten orgullosas y descuidan los sentimientos de los demás, rompen la armonía de grupo.

Sanación frente a Curación

Sanación frente a Curación

Después de mi apoplejía empecé a coleccionar diferentes tratamientos –occidentales, alternativos o espirituales. De vez en cuando alguien me llamaba para explicarme sobre esta terapia o aquella medicina, y más tarde los discutía con mi médico y mis amigos.  Algunos los seguía y otros no. Un amigo me sugirió un tratamiento que incrementaba los niveles de oxígeno en el cerebro…..
Mi propia sanación tuvo muchas causas: mi gurú, el uso de marihuana con fines medicinales, la ayuda de diversos chamanes, tratamientos de acupuntura, biofeedback, una droga experimental llamada acetilcolina, pastillas, pastillas y más pastillas, terapia con agua, terapia física, Feldenkrais, logopedia, y –sobre todo- el amor de mucha gente… ¡de tanta y tanta gente!
He pasado a través de los procesos de sanación y curación. Mientras que la curación ayuda a nuestros cuerpos a ser lo que eran antes, la sanación utiliza lo presente para evolucionar más profundamente hacia la Conciencia del Alma, y en algunos casos, hacia la “mejora” física. Como ya he comentado, aunque no me he curado de los efectos de mi apoplejía, es cierto que he pasado por una profunda sanación de mi corazón y de mi mente, lo que hace que estos dos últimos años se hallen entre los más felices de mi vida. Para el Ego esto parece algo imposible; racionalización del dolor, mecanismo para afrontar situaciones o engaño, el Ego sólo representa una faceta de lo que somos. El cuerpo y su viaje hacia la madurez puede observarse desde una perspectiva más amplia. Cuando vemos los cambios en nuestro estado físico desde la perspectiva del Alma, la diferencia es destacable: en vez de lamentarnos por quienes éramos, nos maravillamos al ver en quiénes nos estamos convirtiendo. Si sabemos que somos algo más que un cuerpo, somos libres de relacionarnos con él sin miedo, con compasión en vez de resentimiento hacia nuestro dolor y nuestros sufrimientos.

Tiempo y Cambio
Tiempo y cambio están interrelacionados. Calculamos el tiempo por lo que cambia, y calculamos el cambio por el incremento de tiempo. Para muchos de nosotros, la prensión hacia lo que oculta el futuro es sinónimo de miedo al cambio. Como Egos que somos, nos resistimos a apartarnos de lo conocido; el cambio es casi siempre visto como una amenaza, ya que el Ego sólo se siente cómodo con lo que puede controlar. Pero aquí es donde el proceso consciente de envejecimiento puede ayudarnos a librarnos de la ansiedad que sentimos con la idea del cambio, porque el Alma no se halla sujeta al cambio de la misma manera que el Ego. No calcula el tiempo de la misma manera. El tiempo del Alma se mide en encarnaciones. Para el Alma cada encarnación es como una hora –ó un minuto. Mientras que el Ego existe en tiempo terrestre, el Alma lo hace en tiempo del Alma. El Alma piensa en términos de infinitos eones. Si aprendemos a permanecer en ambas perspectivas temporales, experimentaremos una quietud que nos permite aceptar las turbulencias fruto del cambio, además de captar nuestra propia respiración. Liberándonos del apego del Ego a las cosas permanentes, y familiarizándonos con lo que existe eternamente en cada momento presente, aprendemos a aproximarnos al cambio con curiosidad en vez de con temor, y a estar más tranquilos “sin saber”, de lo que estábamos anteriormente.
Con frecuencia explico una historia maravillosa que ilustra esta forma de sabiduría. Había una vez un granjero que tenía un caballo al que cuidaba mucho. Un día el caballo huyó, y el vecino vino a su casa para expresar sus condolencias.
-Lo siento mucho por lo que supone esta pérdida-, dijo, intentando demostrar buenas maneras.
– Nunca se sabe- replicó el granjero.
Unos días más tarde el caballo regresó acompañado de una hermosa yegua salvaje. El vecino fue de nuevo a felicitarlo:
-¡Esto es fantástico! –dijo-. ¡Qué golpe de suerte!
A lo que el granjero repuso:
– Nunca se sabe.
Unos días más tarde, cuando el hijo del granjero intentaba domar a la yegua, ésta lo lanzó al suelo, rompiéndole una pierna. Por supuesto, el vecino fue a expresar su preocupación por el suceso. El granjero repuso:
-Nunca se sabe.
Poco después el ejército cosaco llegó al pueblo para reclutar gente joven para luchar en la guerra. El hijo del granjero se libró al tener la pierna rota.
-¡Eres un hombre afortunado!- dijo el vecino al enterarse. Pueden imaginarse cuál fue la réplica del granjero.
El quid de la cuestión es que nunca sabemos qué cambios van a suceder, o cómo van a afectarnos. La ley de la impermanencia, anicca, nos exige que aceptemos los cambios con el mejor ánimo posible y a permanecer abiertos a lo desconocido.
Hace unos años conocí a un hombre, de nombre Tom Andrews, que se presentaba a las elecciones para senador en el estado de Maine. Tom había luchado en tres ocasiones contra el cáncer, una de las cuales le había costado una pierna. Me impresionó su proceder tranquilo, y le pregunté cómo se las apañaba para estar con tantos ánimos.
-Después de la tercera vez –me dijo- finalmente capté el mensaje. Necesitaba abrirme y dejar de vivir mi vida con miedo. Busqué los mejores tratamientos, tradicionales y “alternativos”, y continué con mi vida. La cosa más importante es no temer al futuro y permanecer abierto a cualquier cosa. Por extraño o nuevo que pueda ser, me digo a mí mismo: esto es con lo que ahora me toca esforzarme.
Así que planeamos lo que podemos, y seguimos con lo que hay.

Ram Dass
Extractos de “Aquí Todavía”, Ed. Kairós, Barcelona, 2002.

Historia de la Investigación Científica en el Campo Energético Humano

Historia de la Investigación Científica en el Campo Energético Humano

Dedo de la mano Foto Kirlian de un dedo meñique

La tradición espiritual

Adeptos de todas las religiones afirman haber experimentado o visto luces alrededor de las cabezas humanas. Mediante prácticas religiosas tales como la meditación y la oración alcanzan estados de consciencia ampliada que activan sus capacidades latentes de percepción sensorial elevada.

La tradición espiritual india, que cuenta con más de cincuenta siglos de antigüedad, habla de una energía denominada Prana, considerada el constituyente básico y la fuente de toda vida. El Prana o hálito vital fluye por todas las formas a las que ha dado vida. Los yoguis practican la manipulación de esta energía mediante técnicas respiratorias, meditación y ejercicios físicos cuya finalidad es mantener unos estados alterados de consciencia y de juventud mucho más allá de su alcance normal.

En el tercer milenio a.C. los chinos propugnaban la existencia de una energía vital a la que denominaban Ch’i: toda materia, animada o no, está compuesta y trasfundida por esta energía universal. El Ch’i contiene dos fuerzas polares, el yin y el yang. Cuando están equilibradas, el sistema vital muestra salud física; si se desequilibran, el resultado es la enfermedad. Un yang demasiado poderoso tiene como consecuencia un exceso de actividad orgánica. Si el que predomina es el yin da lugar a un funcionamiento insuficiente. Ambos desequilibrios provocan enfermedad física. La antigua técnica de la acupuntura se centra precisamente en equilibrar el yin y el yang.

La Cábala, teosofía mística judía surgida alrededor del año 538 a.C., denomina a esta misma energía luz astral. En la iconografía religiosa cristiana, Jesús y otras figuras espirituales aparecen rodeados por campos luminosos. El Antiguo Testamento contiene numerosas referencias a la luz que rodea a la gente y a la aparición de luces, pero estos fenómenos perdieron su significado original con el transcurso de los siglos. Por ejemplo, el Moisés de Miguel Ángel muestra el karnaeem en forma de dos cuernos, en vez de los dos rayos de luz a los que se refería originalmente dicho término. La razón es que, en hebreo, dicha palabra significa indistintamente cuerno o luz.

La Psicología Transpersonal y lo Paranormal

La Psicología Transpersonal y lo Paranormal

 

 

A continuación trataremos de responder a dos cuestiones básicas:

1- ¿Cuál es la relación que existe entre la experiencia paranormal y lo transpersonal?

2- ¿Cuál es la relación que existe entre la psicología transpersonal y la parapsicología?

Y, a lo largo de esta discusión, abordaremos también varias cuestiones relacionadas, como la naturaleza de lo transpersonal, la definición y el objetivo de la psicología transpersonal y la importancia y el papel y el valor que tienen las experiencias transpersonales en la vida transpersonal.

Lo transpersonal y lo paranormal

Veamos ahora, a modo de punto de partida, dos extractos de relatos de experiencias inusuales.

Me desperté en mitad de la noche… y sentí como si me hubieran despertado intencionalmente. Al comienzo pensé que alguien había entrado en casa… pero cuando me giré para tratar de conciliar nuevamente el sueño, inmediatamente sentí una presencia en la habitación que no era, por más extraño que pueda parecer, la de una persona viva, sino más bien una presencia de tipo… espiritual. Ya sé que este comentario puede despertar la sonrisa del lector, pero lo único que puedo hacer es contar lo que me sucedió. No se me ocurre mejor modo de describir esa sensación que diciendo que sentí una presencia espiritual… y también sentí, al mismo tiempo, un fuerte temor supersticioso, como si algo extraño y terrible estuviera a punto de ocurrir (E. Gurney: Phantasms of the Living, citado en James, 1901/1960, p. 76-77).

Mientras la miraba, ella (santa Teresa) se levantó casi un metro del suelo, sin que sus pies lo tocasen. Al ver eso me quedé aterrada y, en cuanto a ella, le temblaba todo el cuerpo. Me acerqué lentamente y puse mis manos bajo sus pies, que bañé con mis lágrimas mientras duró el éxtasis, quizás una media hora. Entonces de pronto bajó, se puso sobre sus pies y, volviendo su cabeza hacia mí, me preguntó quién era y si llevaba allí mucho tiempo (comentario de Ana dela Encarnación de Segovia, citado en Broughton, 1991, p. 53).

Cuento de la India

Cuento de la India

Una vez había una pareja que no tenía niños y que tenía muchos deseos de tener uno. Oraron al Dios Shiva, uno de los dioses hindúes, y finalmente su deseo fue concedido. Pero existía una condición: su hijo no viviría más allá de su cumpleaños número 25. Incluso así, la pareja era muy feliz. Su hijo creció sano, bien educado e inteligente y pronto llegó el momento de casarlo. Su padre se tomó considerable trabajo para encontrarle una novia adecuada. Finalmente encontró a la hija de una familia muy devota y sintiéndose satisfecho hizo todos los arreglos para la boda. Al principio la madre del joven objetó que sería malo casarlo con una mujer que tendría que quedar viuda tan pronto, pero su padre insistió en que no existiría miseria en la vida de esta pareja. Todo marcharía bien.

Los jóvenes se casaron y pasaron los años. A medida que el joven se aproximaba a los 25 años de edad su madre comenzó a llenarse de miedo y tristeza, pero su padre de alguna manera se mantenía calmado, asegurándole a su mujer que nada ocurriría. El temido día llegó y pasó sin incidentes y luego el siguiente día y luego el siguiente. La madre del joven se calmó pero estaba perpleja, ¿cómo podía ser? El mismo Dios Shiva había fijado la fecha. El padre, viendo que su esposa estaba profundamente perturbada por los eventos, sugirió que fueran a la casa de su hijo donde ella encontraría respuesta a su pregunta.

Llegaron antes de la salida del sol y se ubicaron por afuera, frente a una ventana desde donde a la luz tenue de una pequeña cocina, pudieron ver a la joven nuera preparando el desayuno para su hijo. Observaron cómo ella batía la leche fresca para preparar mantequilla, y con cada movimiento del batido ella cantaba Shiva. Luego ubicaba la mantequilla en una fuente en la cocina para hacer ghee y al revolver la mantequilla que se derretía ella cantaba Shiva, Shiva. Asimismo mientras picaba las cebollas y el ajo fresco, el nombre de su Maestro del cielo estaba en sus labios. Y así cuando ella colocaba los condimentos dentro de la masa de la parantha (*), su clara y dulce voz cantaba con añoranza: Shiva, Shiva, Shiva.