El hombre viaja para contemplar las cimas de las montañas, las olas de los mares, los grandes ríos y la expansión del océano, acumulando maravillosas experiencias, escribe San Agustín en sus Confesiones.
Sin embargo, para la mayoría de nosotros, aún sigue sin develar el mayor secreto del hombre. Lo que era obscuro en los primeros siglos continúa sin descubrirse. La mayoría de los hombres morirá sin preocuparse y sin saber si la vida tiene o no significado; si el hombre tiene en sí mismo algo de divino o es un mero saco de piel, carne, huesos, nervios y músculos. Los hombres son extraños a sí mismos.
No resulta ser un pensamiento halagador para la humanidad, pero ciertamente es uno verdadero, ya que nos hemos formado equivocadas nociones acerca de nosotros mismos. Nuestros infortunios y la mayoría de nuestras equivocaciones surgen de este hecho solamente. Antes de empezar el estudio de una carrera convendría que nos estudiáramos a nosotros mismos. Sería bueno que no solamente se escucharan conferencias sino que se las dieran. Qué sería más útil y más novedoso que ir a casa y darse una conferencia a sí mismo, detenerse valerosa y francamente frente a un espejo, confesándose las desagradables omisiones, las vergonzosas debilidades y nuestra culpable ignorancia? Yo!, es nuestro perpetuo problema. Y la cuestión es que hay más de un hombre debajo de nuestro sombrero. La historia de Jekyll y Hyde se vive de nuevo por todos. El deber fundamental de uno es investigar al propio yo antes de dominarlo. Entonces se comprenderá cómo se emprende mejor esa tarea.
Sería interesante hacer una pausa por un momento y preguntarse: Qué clase de hombre llevo conmigo? Sería muy conveniente considerarse a sí mismo como un extraño, desprenderse de la personalidad y colocarla al otro lado de la habitación para contemplarla a nuestro gusto. Por lo menos se ganará una grandeza y libertad como nunca se ha sentido. Sócrates observó sabiamente: Me parece ridículo, cuando no soy capaz de conocerme a mí mismo, el investigar cosas irrelevantes. Durante dos o tres siglos el hombre se detuvo a estudiar a consciencia el fenómeno de la Naturaleza. Cuándo se estudiará a sí mismo?