Asimismo es importante admitir que hay problemas que sólo podremos solucionar imperfectamente y soluciones que apenas esbozaremos: como veremos, el perfeccionismo rígido es otro enemigo de la autoestima.

El engaño del perfeccionismo: escudarse en la excelencia no funciona
Paul Valéry acostumbraba a decir: La perfección es una defensa. Recuerdo a un paciente, un brillante investigador, que preparaba de memoria, hasta en sus mínimos detalles, todos sus cursos, comunicaciones en congresos, conferencias. Cuando acudió a la consulta estaba agotado, tras veinte años manteniendo esta actitud en el más alto nivel de la investigación científica francesa, y había presentado dos episodios depresivos bastante severos. Con una autoestima muy vulnerable, había escogido una manera de tranquilizarse materialmente eficaz, pero emocionalmente devastadora: Durante años me refugié en la excelencia para vencer mis angustias. Siempre trato de sobreadaptarme para estar seguro de que se acepta mi persona y mis planteamientos. Puedo asegurar que no sirve de nada.

Actuar sólo cuando estamos seguros del éxito? Controlarlo todo para no arriesgar un ápice? La solución puede adecuarse a cierto número de situaciones puntuales, donde haya que alcanzar, en efecto, la excelencia. Sin embargo, el recurso de la perfección es objeto de un uso abusivo por parte de los sujetos con una autoestima vulnerable. El perfeccionismo puede ser adaptativo si se limita a la consecución de objetivos en momentos concretos. Se convierte en contraproducente si es una manera de ofrecernos seguridad frente al miedo al fracaso o a la imperfección. El recurso a este perfeccionismo y al hiper-control es un relativo callejón sin salida, y en cualquier caso ofrece un mal compromiso comodidad-resultado. Cuidado entonces con el ciclo presión-depresión: la acción, no la presión!

Tampoco en este caso basta con comprender, hay que practicar. Por eso en terapia comportamental se han diseñado numerosos ejercicios de abandono: se recomienda empezar con algo que no implique una amenaza demasiado violenta y directa a la autoestima. Por ejemplo, en el terreno del ocio, se pide al paciente que llegue voluntariamente tarde al cine, o que sólo cumpla a medias una tarea doméstica. Cosas desagradables pero soportables. La idea de estos ejercicios consiste en observar qué ocurre realmente: el paciente puede comprobar por sí mismo que no pasa nada grave y que su continua presión para que todo sea perfecto es la expresión de creencias inadaptadas (Si no actúo así saldrá mal) y no de una realidad cualquiera. Después se pasa a situaciones que comprometen más directamente a la autoestima, es decir, que se desarrollan bajo una mirada social: invitar a los amigos sin preparar la cena (y descongelar algo o preparar un gran plato de pasta), o recibirlos cuando el apartamento está completamente desordenado. La amistad que te profesan debería sobrevivir a esto. Saber ceder ante semejantes detalles también debería permitirte disfrutar más de tus amigos.