Ejercer un control en los detalles de nuestra vida cotidiana (ocio, tareas del hogar) resulta beneficioso para el bienestar y la autoestima. Por esta razón es vital no dejar de lavar los platos u ordenar el apartamento o la oficina (en un cierto estado de ánimo, como veremos) cuando empezamos a dudar de nosotros mismos. Renunciar a estos pequeños gestos de control de nuestro entorno es el error que cometen las personas depresivas, bajo el efecto de su enfermedad: Para qué? Es irrisorio e inútil. Esto no hace sino agravar su estado: Ni siquiera soy capaz de ocuparme de cosas tan sencillas. Aunque la influencia de estos pequeños gestos sea mínima, representa, a pesar de todo, una pequeña inversión en autoestima. O, para los aficionados, una especie de tisana de la autoestima: de un efecto discreto pero real, y de carácter absolutamente biológico
Todo lo que mine nuestra relación con la acción es potencialmente perjudicial. Sin embargo, los problemas de autoestima a menudo incitan a evasiones y huidas, como hemos visto.
La evasión mina la autoestima y no nos enseña nada, mientras que la acción enseña la humildad.
No actuar puede volvernos orgullosos. Paradójico? En realidad, la inacción mantiene la ilusión de que, si nos hubiéramos tomado la molestia, habríamos conocido el éxito. Ilusión falsa y peligrosa. Explica ciertos discursos sorprendentes de sujetos con baja autoestima y fracaso social, pero que viven en la ilusión de sus grandes méritos. Si tan sólo la vida fuera menos dura y la gente menos injusta, entonces serían reconocidos en su justo valor! Este tipo de razonamiento puede conducir a actuar cada vez menos y aumentar la distancia entre la creencia en la propia excelencia y la comprobación de que la realidad diaria no está a la altura de nuestro valor. Hasta el momento en que esa distancia es tan grande que una desesperación lúcida se apodera de nosotros más o menos inconscientemente.
