La acción y las lecciones de la acción
Actuar y extraer lecciones de la acción es lo mejor que podemos hacer por nuestra autoestima. De ahí la obsesión de los terapeutas porque sus pacientes reflexionen para que desciendan al ruedo de la vida cotidiana. Atención: la acción y las lecciones de la acción. Porque en realidad existen dos formas de evitarla:
No actuar, más bien típico de las bajas autoestimas, aunque la huida también puede afectar a las autoestimas altas y vulnerables. Aquí no se puede extraer ninguna lección de la acción porque ésta no se da. Tan sólo se piensa en lo que habría ocurrido si, lo que privilegia las certezas negativas y a menudo desemboca en respuestas como Seguramente me habría ido mal, he hecho bien al evitarlo.
Pero también actuar y no extraer ninguna enseñanza de la acción, un comportamiento frecuente en sujetos con una autoestima elevada. Puede tratarse de fracaso: las defensas clásicas consisten en no atribuirse la responsabilidad o minimizar su alcance. O de éxito: no ver la parte de suerte que hay en ello, o lo que se debe a los demás. Tener que agradecer la ayuda recibida o expresar gratitud se considera entonces una disminución del mérito personal, lo que una autoestima alta y frágil no puede soportar. Entendámoslo bien: no se trata de no disfrutar del éxito. Es legítimo aprovechar sus ventajas emocionales, pero también extraer las lecciones pertinentes: advertir qué parte se debe a nosotros y cuál hay que atribuir a los demás o a la suerte no debería disminuir nuestra autoestima, sino sólo hacerla más lúcida y, por tanto, más sólida.
Inteligencia de la acción
En uno de sus Propos, el filósofo Alain proponía escoger al semidiós griego Hércules como símbolo de la imbricación entre reflexión y acción: Considero a Hércules el mejor modelo de pensador Hay que pensar en los objetos a fin de realizar algún cambio útil en el mundo Si coges tu laya, hay que layar la tierra. Si utilizas tu pensamiento como una herramienta, entonces enderézate y piensa bien. Rudyard Kipling, en su poema If, sugería pensar sin ser sólo un pensador. Por su parte, los filósofos antiguos recordaban la vanidad de las palabras y enseñanzas que no se aplicaban inmediata y sinceramente en la vida cotidiana. Merecería la pena recordar esta lección a algunos de nuestros contemporáneos. La filosofía antigua no era ante todo y únicamente especulativa, sino que su objetivo era mejorar la vida a través de una serie de actos y reflexiones prácticas.