Otro dato bien conocido en psicología del cambio comportamental: el principio de Premack. También se conoce como ley de la abuelita a esta vieja receta que consiste en decir: Niños, podéis ir a jugar cuando acabéis de ordenar vuestro cuarto. Aplicarse a uno mismo este principio representa una ayuda apreciable. A este respecto, es preferible que la decisión de ponernos manos a la obra provenga de nosotros y no del exterior: el autocontrol proporciona siempre mejores resultados que el control externo. Es inútil vivirlo como una coacción o un castigo, es perfectamente posible ponerlo en práctica con serenidad. Procede de constatar nuestra humildad: somos seres muy sensibles a la dispersión y la distracción, lo que disminuye nuestra capacidad de autocontrol. Aplicarse el principio de Premack es útil en todos los entornos que nos incitarán a desviarnos de las tareas difíciles a favor de las acciones inmediatas. Cuando escribo este libro, y aunque tengo en alta estima la actividad de la escritura, con frecuencia me lo aplico con el fin de afrontar la tentación de llamar por teléfono, mirar si he recibido un mail, levantarme para dar una vuelta tentaciones que me asaltan a la menor dificultad con la escritura. Entonces me digo:No se puede regir así toda la existencia, pero sí algunos aspectos; lo que no está tan mal. Es extraño comprobar cómo estrategias simplísimas ejercen ese poder sobre nosotros. Es casi hiriente: nos gusta considerarnos personas sutiles y superiores, pero también somos seres sencillos. Y hay reglas sencillas que pueden ayudarnos.
Por último, parece que ambos niveles, el de lo simple y el de lo complejo, nos son igualmente necesarios: hemos de plantearnos a un tiempo objetivos elevados y generales, y definir actitudes concretas y básicas que nos faciliten su puesta en práctica.
La acción flexible: saber comprometerse y saber retractarse
Otro de los problemas en la acción de las personas con una autoestima defectuosa es el de la flexibilidad: es tan importante saber comprometerse en la acción como poder desprenderse en función de la información que obtengamos. Ahora bien, si los sujetos con baja autoestima son lentos para la acción, a veces se revelan lentos para el frenado. Es lo que se denomina perseverancia neurótica, cuya divisa podría ser: Ahora que he empezado tengo que acabar a cualquier precio. Esa perseverancia se alimenta de numerosos proverbios y máximas, entre las cuales la más perjudicial, a mi juicio, es la estadounidense: Los que abandonan no ganan nunca y los que ganan no abandonan jamás; muy bonito, a veces acertado y a menudo falso.