Siempre se trata de una paradoja que contiene en sí los más inconciliables contrarios. También lo llamaban alma o espíritu porque lo intuían de procedencia psíquica. Es un pneuma, “una piedra transportada por el viento “o “el espíritu del mundo hecho cuerpo en la tierra”. Como piedra pneumática, aúna espíritu y materia y es al mismo tiempo, aquel misterioso “algo”, que actúa animando y vivificando todas las cosas, en una especie de “alma del mundo”.
Mercurio es, además, hermafrodita, comprende en sí los cuatro elementos, también lo llaman el “auténtico Adán hermafrodita”, o el Anthropos, hermafrodita humano y divino, es decir, una sublimación del Sí mismo. En su primera aparición es también el rey anciano y el rey joven, pareja de contrarios. Su espíritu unitario y abarcador de todo, era simbolizado la mayoría de las veces por el “ouroboros”, la serpiente que se muerde la cola. En todas estas proyecciones simbólicas de los alquimistas, nos hallamos ante la fenomenología de un espíritu objetivo al cual designamos hoy como “inconsciente”
En contraposición con el signo espiritual y luminoso de Cristo, Mercurio es un dios oscuro y oculto, que incorpora en sí los opuestos, y que compensa la unilateralidad de Cristo.
En una de las visiones que tuvo Jung, se le aparecía Cristo de un color oro verdoso. Al oro verde los alquimistas lo reconocían como la cualidad viviente. Expresa un espíritu de vida una “ánima mundi”, el Anthropos viviente en la totalidad del mundo. El verdor es una fuerza germinal que el hálito de Dios ha puesto en todas las cosas. En el simbolismo eclesiástico el color verde simboliza al Espíritu Santo.
Mercurio parece constituir en la actualidad un propósito del inconsciente colectivo, al agregar el aspecto
de Mercurio a la figura de Cristo, como para unir el espíritu del inconsciente al de la consciencia, pero manteniendo la ética cristiana.
Por eso Jung afirma: “Mercurio dios ambiguo acude como una luz de la naturaleza, tan sólo en ayuda de aquel entendimiento que se orienta hacia la luz más alta, luz que la Humanidad no recibió jamás, y que no confía solamente en su alejamiento paulatino del conocimiento de Dios debido al conocimiento de las cosas. Pues en este caso, el lumen naturae se convierte en un peligroso fuego fatuo y el psicopompo (conductor de las almas) en diabólico seductor.”