El ánima se manifiesta en el varón como estado de ánimo – animosidad – específicamente positivo o negativo, como fantasía erótica, como impulso vital, como inclinación.

El ánimus en la mujer más bien se manifiesta, como impulso inconsciente, como iniciativa, lenguaje hablado autónomo, opinión, comprensión razonada.

Estos componentes de la personalidad, correspondiente al sexo opuesto, casi siempre a través de la proyección, son al mismo tiempo un especial obstáculo para comprender al compañero o compañera, porque el ánima del varón, suele irritar a la mujer, y el ánimus de la mujer, al hombre. Esta situación da origen a la guerra de los sexos.

La característica común a estos tres arquetipos es que se proyectan. Entendemos por proyección el desplazamiento hacia fuera de un objeto o de un proceso subjetivo, que sólo se produce cuando la identidad resulta perturbadora. El proceso de proyección se basa en la “identidad arcaica” que es la identidad psicológica, como fenómeno inconsciente, un residuo de la indiferenciación psíquica, inicialmente primigenia entre sujeto y objeto, en el cual el hombre primitivo, como el niño e incluso el adulto, viven indiferenciadamente entretejidos con su entorno. Se trata de que creemos advertir en otros modos de comportamientos que nosotros poseemos, sin que nos demos cuenta de ello. Existe una proyección activa, que sería un acto de juicio y una proyección pasiva, que está representada por un acto de empatía.

Si se logra retirar a este aspecto inconsciente de su estado de proyección, en el que la mayoría de las veces se encuentra, e integrarlo, el inconsciente revela como nuevo aspecto, una personalidad
superior que en el varón adopta los rasgos del maestro anciano sabio semidiós, y en la mujer los de la gran madre amorosa universal.

Hacer consciente la sombra, es difícil, pero la integración del ánima o del ánimus, es una posibilidad que muy pocas personas pueden alcanzar.

La energía psíquica hasta ahora no se puede medir, sólo se puede evaluar como intensidad psíquica. La cualidad de una emoción puede sentirse. Sabemos que la energía física obedece a la ley de la entropía. De cierta manera, también la energía psíquica obedece a esta ley. Se debe demostrar que la dinámica espiritual obedece a la ley de negentropía, que puede producir un gradiente superior.