De este saber absoluto en la naturaleza, Jung supone que depende el comportamiento inteligente de seres inferiores desprovistos de cerebro, porque el saber absoluto, parece ser independiente del conocimiento que brindan los órganos sensoriales y alude así a la existencia de un sentido inmanente en la naturaleza, que no puede ser sino transcendental.

Los fenómenos de sincronicidad son “actos creadores en el tiempo” porque se encuentra en un espacio-tiempo irrepresentable. Se producen dentro de un marco de ordenación existente con anterioridad. Son de naturaleza parapsicológica. El conocimiento de la ordenación nos afecta como “sentido”. Esta es la causa por la que en la antigüedad se lo ha considerado un fenómeno divino.

El I Ching o Libro de las Mutaciones” emplea la sincronicidad en su vertiente práctica. Los chinos en su cultura, siempre se han esforzado más bien por la captación intuitiva de la totalidad del mundo, más que
por el conocimiento de parcialidades. Los comentadores de esta obra han tratado de explicar mediante una “identidad de sentido” la simultaneidad entre el estado psíquico del consultante y un proceso físico sincronista y ordenado en 64 imágenes situacionales típicas.

El filósofo chino Wang Fu Ch’i (siglo 17) ha explicado el I Ching como un continuo que todo lo abarca y que se halla en sí mismo ordenado conforme a leyes”. Este continuo no se puede descubrir con la percepción sensorial, es como un trasfondo psico-físico latente en el cosmos. Jung dice que es “un importante sistema que intenta en cierto modo ordenar el juego de los arquetipos y hacerlo legible”.

Las imágenes de la totalidad psíquica producidas espontáneamente por el inconsciente, o sea, los símbolos del Sí mismo en forma de mandala, tienen también una estructura matemática, y como no sólo expresan orden, sino que también dan lugar a orden, se desprende que también el inconsciente, utiliza al número como factor de ordenación. El número, psicológicamente se define, como un arquetipo del orden que se ha hecho consciente