El aceptarse a sí mismo y permitirse ser auténtico hace que las relaciones personales se vuelvan vitales, cálidas, significativas. Si procuramos comunicarnos con alguien desde nuestro centro interno (la esencia) conseguimos tocar al otro en su propio centro. Ya no estamos entablando una relación superficial, a nivel
de personalidad, al estilo de los juegos que juega la gente, de los que habla Berne en su Análisis Transaccional.
Aceptación incondicional: Hay que aceptar al otro con todas sus características, nos gusten o no, valorándolo como esa persona única que es, sin intentar amoldarlo a nuestros propios criterios. Esto resulta más fácil una vez que uno se ha aceptado a sí mismo. Se ha aprendido por propia experiencia que el camino al cambio pasa por la aceptación de lo que es. Cómo podríamos cambiar algo sin conocer antes ese algo?
Cuesta, de todas maneras, permitir que nuestros padres, hijos, cónyuges, opinen de modo diferente al nuestro sobre determinados temas o problemas. Implica, a veces, tener que aceptar su hostilidad, su enojo, su critica peyorativa. Cualquier reacción de nuestra parte añadiría leña a la hoguera. Tenemos que pensar qué es lo que deseamos conseguir, romper la relación, o conservarla, volviéndola armoniosa?
Es muy grande la tentación de corregir o de señalar errores cuando estamos escuchando a alguien. Además, nos cuesta aceptar cada uno de los distintos aspectos que la persona nos está mostrando. Por muy disimulada que sea nuestra desaprobación, igual la persona puede percibirla. Hay cierta gente hipersensible que tiene un radar para detectar el más mínimo signo de rechazo, y entonces se cierra herméticamente, para nunca más. Esto ocurre de preferencia en los pre adolescentes.
Cualquier tipo de evaluación externa puede representar para algunas personas una amenaza, la que inhibe la expresión espontánea de sus sentimientos. Incluso una evaluación positiva puede sonar tan amenazadora como una negativa: Te estoy evaluando bien porque hiciste/dijiste, algo que me agradó; pero si haces/dices algo que no me agrade, mi evaluación será desfavorable. Mientras más libre de juicios y evaluaciones pueda mantenerse una relación, más fácil resultará para la otra persona llegar a la comprensión de que – en última instancia – lo que más importa es su propio juicio. Entonces se sentirá libre para asumir su propia responsabilidad al manejar su vida. Cuanto más comprendido y aceptado se sienta, más fácil le resultará abandonar sus mecanismos de defensa y comenzar el camino hacia su propia maduración.