La tercera atención es una coincidencia de los cuerpos físico y luminoso. Se alcanza cuando el resplandor de la consciencia se convierte en el fuego interior y enciende todas las emanaciones del Águila que está en el interior del capullo del hombre. El logro supremo de los seres humanos, es alcanzar ese nivel de atención y al mismo tiempo retener la fuerza de la vida, sin convertirla en consciencia incorpórea.

La consciencia de ser, acechar, intentar, soñar, son las herramientas que lo permiten.

El sueño
El sueño o soñar se consideraba como la capacidad de utilizar los sueños ordinarios y transformarlos en una consciencia controlada mediante una forma específica de atención: la segunda atención.

Carlos Castañeda dividió este proceso en cuatro etapas:

1.– Vigilia de reposo: es el estado preliminar en que los sentidos están aletargados, pero uno está consciente. Se ve una luz rojiza a través de los párpados.

2.- Vigilia dinámica: uno ve un cuadro estático en una imagen tridimensional.

3.- Contemplación pasiva: aquí el soñador es testigo ocular de un hecho tal como ocurre. Involucra ojos y oídos.

4.- Iniciativa dinámica: uno ejecuta actos, da pasos.

La concentración requerida para estar consciente que uno está soñando, es la predecesora de la segunda atención, la que es una forma de estar consciente de ser que no es la misma de la vida cotidiana.

La segunda atención se arma, a un metro de distancia, frente a la parte media del cuerpo, entre el estómago y el ombligo y a 15 cm. a la derecha. Se deben poner las manos en ese punto, como si se estuviera tocando el arpa, así uno llega a hacer la concavidad en el capullo. Con esto se mueve un punto distante de éste más cerca del cuerpo físico, por lo tanto, más cercano al control.

El sueño comienza como un estado único de consciencia, al cual se llega concentrando el residuo consciente, que se conserva aún cuando uno está dormido en los elementos del sueño común.

A este residuo, don Juan lo llamó segunda atención. Ella es adiestrada a través del ejercicio del no-hacer, deteniendo el diálogo interior, o por el no-hacer de hablar. Se puede conseguir ese resultado al caminar con los ojos fuera de foco, en un plano algunos grados más arriba de la línea del horizonte, para realzar la visión periférica. Detiene el diálogo interno y entrena la atención y la concentración.