Despertar en una posición de sueño, es sostener el alineamiento de las emanaciones que han sido encendidas por el movimiento del punto de encaje.

No se sabe como ocurre pero, al soñar juntos varios soñadores, comprueban que se encuentran compartiendo la misma visión. Automáticamente la condición humana nos hace enfocar el resplandor de la consciencia en las mismas emanaciones que otras personas están usando.

Cada nagual al final de su enseñanza, tiene que realinear todas las emanaciones que había sido ayudado a alinear a través de esos movimientos del punto de encaje. Esto prepara el camino para encender todas las emanaciones del capullo.

Don Juan explicó que la dificultad de recordar lo que ocurre en la consciencia acrecentada, se debe a las muchas posiciones que puede adoptar el punto de encaje después de ser sacado de su sitio habitual, y la facilidad para recordar todo lo que ocurre en la consciencia normal, se debe a que el punto de encaje está fijo en el sitio que le es habitual.

Este es en verdad el misterio de estar consciente de ser.

El acecho debe usarse sólo en consciencia acrecentada. Para un nagual tiene dos objetivos, mover el punto de encaje con constancia y sin peligro e imprimir sus principios a un nivel lo necesariamente profundo, para que el inventario humano pueda ser pasado por alto y también la reacción de menospreciar algo que pueda ser ofensivo a la razón.

El intento da libertad a las memorias sólo con una gran reserva de energía y una gran impecabilidad.

Según los videntes hay dos tipos de seres humanos: aquellos a quienes les importa la gente y aquellos a quienes no les importa. En la mayoría hay una combinación de ambos.

Al nagual Julián no le importaba nadie, por eso podía ayudar, porque dar o no dar no le importaba. Era un curandero que había sanado a miles de personas, pero nunca quiso que le reconocieran los méritos. La gente creía que era una mujer vidente de su grupo la que curaba, Los que se preocupan por los demás se preocupan por sí mismos y exigen reconocimiento.