En cada tonal hay dos partes: una parte externa relacionada con la acción y la actuación, el lado áspero; la otra parte es la decisión y el juicio, la parte interna. El tonal completo es aquél en que ambos se encuentran en equilibrio y armonía.

Pero, en la realidad, la mayoría de los hombres creen tener perfecto sentido del movimiento entre lo positivo y lo negativo, pero no hay movimiento ninguno. Somos todo mente.

El lado derecho del hombre abarca todo lo que el hombre puede concebir con el intelecto (hemisferio izquierdo). El lado izquierdo es un dominio imposible de poder describir con palabras (hemisferio derecho).

En la enseñanza de don Juan, nagual es el “hombre de conocimiento” que representa el pináculo de la disciplina y control. Es un dirigente, un guía, que tiene la responsabilidad de abrir el camino y que debe ser impecable en su cometido para favorecer a los guerreros con un sentido de confianza y claridad. El poder del nagual es lo que le permite llegar a la transición.

Ser impecable, es hacer un uso correcto y adecuado de la energía que se recibe por un golpe en la espalda en un sitio preciso, distinto para cada persona pero siempre en los omóplatos. El nagual tiene que “ver” y tener fuerza para saber el sitio exacto de cada uno. Este lugar se localiza en la periferia de la luminosidad del capullo y no en el cuerpo físico. Se convierten en nagual sólo después que la regla les haya sido revelada a cada uno y que cada uno de ellos la haya comprendido y aceptado.

“Ver”, era una capacidad especial que uno podía cultivar y que constituía un proceso que permitía conocer la naturaleza de todas las cosas, su esencia, porque permitía responder a los estímulos perceptuales de un mundo fuera de la descripción que hemos aprendido a llamar realidad.

Explicó don Juan que cuando uno “ve,” se halla solo en el mundo. Uno considera que las cosas son importantes porque ha “aprendido” a pensar que lo son. Nos miramos a nosotros mismos y pensamos que somos importantes y nos sentimos importantes.