Enfréntese a las cosas con facilidad, pero internamente hágalo en un estado de plenitud y alerta.  No deje que se escape un instante sin haber estado totalmente atenta a lo que ocurre dentro y alrededor de usted.  Esto es lo que implica ser sensible, no a una cosa o dos, sino ser sensible a todo.  Ser sensible a la belleza y resistir la fealdad, es engendrar conflicto.  ¿Sabe?, cuando uno observa percibe que la mente está siempre juzgando –esto es bueno y aquello es malo, esto es blanco y eso es negro- juzgando a la gente, comparando, sopesando, calculando.  La mente está perpetuamente inquieta.  ¿Puede la mente vigilar, observar sin juzgar, sin calcular? Percibir las cosas sin nombrarlas, sólo ves si la mente puede hacerlo.

Juegue con esto.  No lo fuerce, deje que la mente se observe a sí misma.  Casi todos los que intentan ser sencillos empiezan con lo externo, descartando, renunciando, etc. etc.; pero en lo interno siguen siendo complejos.  Con la sencillez interna, lo exterior se corresponde con lo interno.  Ser sencillo internamente es estar libre del apremio por el “más”, es no pensar en términos de tiempo, de progreso, de éxito.  Ser sencilla implica para la mente librarse de todos los resultados, vaciarse de todo conflicto.  Esta es la verdadera sencillez.

¿Puede la mente dejar de batallar entre lo bello y lo feo, dejar de aferrarse a lo uno y desechar lo otro? Este conflicto la vuelve insensible y exclusiva.  Cualquier intento por parte de la mente para encontrar una línea indefinida entre lo bello y lo feo, sigue siendo parte de lo uno o de lo otro.  El pensamiento no puede, haga lo que haga, librarse de los opuestos; es el pensamiento mismo el que ha creado lo bello y lo feo, lo bueno y lo malo.  No puede, por tanto, librarse de sus propias actividades.  Todo cuanto puede hacer es quedarse quieto, no optar.  La opción es conflicto y la mente se halla de vuelta metida en sus propios enredos.  Cuando la mente está quieta, se ha liberado de la dualidad.

Hay enorme descontento, y pensamos que una ideología – el comunismo u otra- va a resolverlo todo, que incluso desterrará el descontento, cosa que jamás puede hacer.  El comunismo o cualquier otro condicionamiento, como es de la religión organizada, jamás podrán terminar con el descontento; pero tratamos en todas las formas posibles de sofocarlo, de moldearlo, de contentarlo; sin embargo, está siempre ahí.  Pensamos que está mal sentirnos descontentos, que no es normalmente correcto, y, sin embargo, no podemos deshacernos del descontento.  Este tiene que ser comprendido.  Comprender no es condenar.  De modo que investíguelo realmente, obsérvelo sin deseo alguno de cambiarlo.  Esté alerta al descontento mientras éste opera durante el día, perciba sus modalidades y esté a solas con él.