Los nuevos programas de enseñanza emplean imágenes, música, recitados y juegos, centrando cada vez más el protagonismo en el alumno en vez del profesor. Los niños se reúnen en torno a una mesa, interactuando en grupo de modo de ir aprendiendo a compartir materiales y esfuerzo creativo. La colaboración es muy importante para descartar con rapidez la tradicional actitud individualista típica del que busca aprender sólo para sí. El ambiente es relajado, sin presión estresante, la motivación es mantenida a través de sugerencias positivas que dejan libre juego a la espontaneidad. Mientras más sentidos se involucren en la situación creada, más fácilmente se asimilará la enseñanza. El cerebro codifica la información con mayor eficiencia cuando la recibe con imágenes multisensoriales que cuando sólo le llega a través de palabras.

Esta nueva manera de aprender se está usando no sólo en niños sino también en adultos, especialmente en los cursos de perfeccionamientos que las grandes empresas imparten a sus empleados. Se considera que el aprendizaje de adultos debiera ser entretenido, lúdico, y no presionante: debería enfatizar la colaboración con el conjunto en forma flexible. y no autocentrada. Se trata de abrir los sentidos y la mente a todas las posibilidades que se están ofreciendo en un curso determinado. Incentivar el deseo de intentar experiencias nuevas, utilizando estímulos múltiples que aumenten la atención, el interés y la capacidad de concentración simultánea.

Conviene dejar de lado – mientras dure el curso – cualquier tipo de expectativas por lograr resultados, dejar de aferrarse a la idea de que se tiene que asimilar inmediatamente cuanto se está recibiendo. No se trata de estar en contra de la programación de objetivos, pero cuando se pronuncian prematuramente pueden inhibir o limitar el proceso de aprendizaje. El ambiente del curso – o taller – debe ser relajado, pero alerta, mejorando la receptividad y permitiendo que la persona deje surgir la expresión creativa inherente a todo ser humano.