Entre las depresiones psicógenas, se puede distinguir dos grandes tipos: la depresión emocional del sujeto joven, típicamente la muchacha que rompió con su amiguito y que ejecuta una tentativa de suicidio que ella tiene el buen gusto de hacer fracasar, y la depresión existencial del sujeto maduro que, en general, llega a cometer el suicidio, él no fracasa. Se habla así de depresión por agotamiento debida a una acumulación de estrés no resuelto. Fundamentalmente, me parece que todas las depresiones son por agotamiento; aun si
el estrés no es aparente, De todas maneras, él está presente bajo la forma de conflictos intrapsíquicos que representan una pérdida de energía continua.

Un buen criterio de salud psíquica es la adaptabilidad al cambio. Se puede enfocar – como Eric Erikson lo hace – el crecimiento del individuo como una sucesión de crisis. Si tiene éxito en superarlas, se desarrolla una cualidad correspondiente propia a cada estado: confianza fundamental para el lactante que acepta bien su destete, autonomía para el niño pequeño, deseo de aprender para el niño más grande, identidad para el adolescente, intimidad para el adulto joven e integridad para el adulto maduro. Es interesante ver que Erikson no habla del anciano. Los interrogantes existenciales que este último se plantea frente a la muerte sobrepasan sin duda sus concepciones psicológicas. Por la práctica espiritual se reordenan las pequeñas crisis ya enumeradas dentro del cuadro de dos grandes crisis: el nacimiento y la muerte. Esto da amplitud
y profundidad al psiquismo y permite relativizar estas crisis que yo he llamado pequeñas, aun si ellas parecen enormes a quienes están sufriéndolas.

Las psicoterapias que se podrían llamar pragmáticas responden en apariencia a la demanda promedio de los pacientes, pero ellas dan un pobre modelo del ser humano: lo consideran como una especie de máquina que debe funcionar sin tropiezos desde el nacimiento hasta la muerte, según los criterios establecidos por los computadores del Instituto de Estadísticas sociopsicológicas… Parece sonar bien, pero es una visión plana y aplastante de las posibilidades humanas: el hombre es una caña pensante (según Pascal) y no solamente una caña funcionante. Es fácil decir que el paciente no tiene una demanda que hacer por más que se lo proponga; pero si él la tuviera tendría el terapeuta una respuesta que no sea intelectual sino vivida?