La concentración del melancólico sobre sí mismo se acerca en un cierto sentido a la del sabio, siendo estados totalmente opuestos: los extremos se tocan. Puede ser que el melancólico, presa de una gran ansiedad al comienzo de su crisis, haya descubierto que estando completamente inmóvil podía obtener una cierta paz de espíritu y hacer callar por un momento su enorme auto-agresividad. Pero, a pesar de su inmovilidad, su ansiedad continúa porque él está haciendo este trabajo de pacificación interior demasiado tarde y de manera demasiado superficial.
Volvamos ahora a la idea de vacío que es el hilo conductor de este capítulo. El depresivo grave siente que su cuerpo está vacío, que el mundo exterior está vacío de sentido, y que él actúa automáticamente. Para él, el vacío parece ser la nada. Para el meditante, la vacuidad no es una nada. Es un depósito de potencialidades y en esto ella está muy próxima a la plenitud del Absoluto. La vacuidad es la ausencia de forma, desde un punto de vista corporal, y esto corresponde a una expansión inmóvil. El depresivo, por su ansiedad, tiene un cuerpo agitado y lleno de bloqueos. Concentrándose sobre la idea del vacío inmóvil, él atenúa sus bloqueos, pero como lo hace automáticamente sin apercibirse del mecanismo subyacente, el vacío que obtiene persiste todavía cargado de culpabilidad y de ansiedad. Es más, estando apresado por este trabajo interior en curso, empieza a dejar caer el mundo exterior lo que aumenta más su culpabilidad. El meditante, en cambio, sabe entrar y salir del vacío a voluntad. El sabio puede continuar viendo el vacío mientras actúa. Una idea fundamental del budismo mahayana es: ver el vacío en la forma y la forma en el vacío. Instalándose en un estado sin límites, el sabio experimenta la felicidad sin objeto.
A veces, la pesadilla de caída en el vacío puede transformarse instantáneamente en un sueño agradable de caída en vuelo planeado. Se tiende entonces a caer indefinidamente sin jamás hacerse daño. Se puede proponer al paciente este pequeño truco de imaginación activa. Para él, el solo hecho de percibir que puede cambiar en un buen sentido ciertas de sus imágenes mentales es un gran estímulo. Caer al fondo del hoyo da un sentido de profundidad, lo que es un bien a condición de que se salga de la prueba. Cuando se está en el fondo del pozo, todo lo que se ve es el cielo; el abismo refleja un trozo de azul, y la tribulación encierra una chispa divina. Acaso no lo dice el Salmista: Desde las profundidades yo clamo hacia ti, Señor…?