Si comparamos las diferentes respuestas entre un joven y un viejo frente a las fuerzas que se oponen a la vida, veremos que este último, aunque tiene entre sus manos la experiencia, es incapaz de incorporarla eficazmente porque se ha deteriorado su capacidad de razonar. Por el contrario, el joven reacciona demasiado rápido, faltándole todo el caudal de la experiencia. Imaginen ahora a un hombre que hubiese guardado toda su facultad de razonar y poseyera una experiencia considerable. No es la experiencia la que ahoga el deseo de vivir sino el dolor y la pérdida de la libertad. Por eso sería fantástico que cualquier persona pudiese borrar de su vida todo el sufrimiento físico y moral que ha acumulado.

La consciencia que tenemos del mundo no es absoluta, vamos cambiando nuestra percepción de él con el paso del tiempo. A medida que decrece la consciencia que tenemos del resplandor del mundo, nuestra propia consciencia decrece y por consiguiente se van oscureciendo nuestras percepciones. Poco a poco el sufrimiento va adormeciendo la consciencia, lo que nos lleva a la incapacidad de ver, de sentir y de pensar, para terminar con la incapacidad de ser, que es la muerte o la inconsciencia total. .

La Dianética nos ayuda a buscar un camino hacia la consciencia y más aún hacia la vida. La vida tiene el poder de reunir y organizar la materia y la energía en el espacio y en el tiempo, y animarlas. Todo organismo tiene esa energía que llamamos vida, y recordemos que la primera tendencia de la vida es sobrevivir. La vida debe acumular suficiente materia y energía para formar un organismo y más tarde para permitirle a este aliarse a otros con el fin de nutrirse y protegerse. En el caso del hombre es fundamental la búsqueda de placer como aquello que le ayuda a sobrevivir en oposición del dolor que lo acerca a la muerte. La felicidad puede definirse como el hecho de superar los obstáculos para llegar a un fin deseable, que en el fondo es un fin de supervivencia.

Para Hubbard, en este punto es trascendente la acción del espíritu del organismo como el encargado de imaginar diferentes medios de evitar el dolor y alcanzar el placer. Se puede considerar al espíritu como al ser todo entero, mortal e inmortal, que busca garantizar y dirigir los actos que llevan a la supervivencia tanto a su organismo como a los otros que interactúan con él.