Este concepto de igualdad biocéntrica está estrechamente relacionado con la noción de Autorrealización omni-inclusiva en el sentido de que, si dañamos a la naturaleza, en realidad nos estamos dañando a nosotros mismos. Desde este punto de vista, todo está interrelacionado y no existe frontera alguna. Pero, en la medida en que percibimos las cosas en tanto que entidades u organismos individuales, esta intuición nos conduce a respetar a todos los individuos -humanos y no humanos – como parte de la totalidad sin sentir la necesidad de establecer un orden jerárquico entre las distintas especies que se halle coronado por el ser humano.
Las implicaciones prácticas de esta intuición, o de esta norma, nos invitan a vivir causando el menor impacto posible sobre las otras especies y sobre el planeta en general. Entonces veremos otro de los aspectos de este principio fundamental: simple en medios y rico en objetivos.
En tanto que individuos y comunidades humanas tenemos necesidades vitales que van mucho más allá de la satisfacción de nuestras necesidades básicas -como el alimento y el abrigo, por ejemplo- necesidades entre las que se incluyen también el amor, el juego, la expresión creativa, la relación con un determinado paisaje (o con el conjunto de la naturaleza), la relación íntima con los demás seres humanos y la necesidad vital del desarrollo espiritual para llegar a devenir seres humanos maduros.
Es muy probable que nuestras necesidades vitales materiales sean mucho menores de lo que generalmente creemos. La abrumadora publicidad de las sociedades tecnocrático-industriales alimenta falsas necesidades y deseos destructivos que sólo sirven para aumentar la productividad y el consumo, lo cual, de hecho, no hace sino impedirnos afrontar de manera directa, objetiva y desde el principio, la necesidad de llevar a cabo un “trabajo real” de crecimiento y maduración espiritual.
La mayor parte de las personas no se sienten partícipes de las ideas propugnadas por la ecología profunda, pero reconocen, sin embargo, nuestra necesidad vital – y, en realidad, la necesidad vital que tiene toda forma de vida- de vivir en un entorno natural de calidad, generando la menor cantidad posible de residuos tóxicos, evitando la contaminación nuclear, el smog y la lluvia ácida y manteniendo los suficientes bosques como para poder permanecer en contacto con nuestras fuentes, con los ritmos naturales y con el flujo del tiempo y el espacio.