La profunda intimidad de la comunión puede alimentar el anhelo a superar completamente la dualidad, una aspiración, en definitiva, por lograr la unión completa con la persona amada. No obstante, aunque este anhelo expresa una necesidad auténticamente humana, se dirige, en realidad, hacia lo infinito, lo absoluto y lo divino. Pero cuando este deseo de unión definitiva permanece ligado a una relación concreta suele terminar creando problemas y reduciendo nuestra aspiración por la realización espiritual a la idealización, a la inflación psíquica y a la adicción. La forma más adecuada de orientar nuestra aspiración hacia la unión consiste en una práctica espiritual auténtica – como la meditación, por ejemplo – que nos enseñe a ir más allá de la mente dicotómica en todas las áreas de nuestra existencia. Así pues, aunque apunten en esa dirección, las relaciones íntimas pueden alentar este tipo de prácticas pero jamás pueden llegar a sustituirla.
Toda relación tiene áreas más o menos intensas, a lo largo de este continuo de conexión. Las parejas que comparten una relación profunda de ser a ser, que mantienen un buen nivel de comunicación, que tienen intereses y valores comunes y que disfrutan naturalmente de la compañía del otro, logran establecer un equilibrio ideal entre el cielo y la tierra, por así decirlo. La sexualidad, por su parte, puede operar en cualquiera de estos niveles: como una forma de unión simbiótica, como compañía corporal, como un ejercicio compartido, como una forma de comunicación o como una comunión profunda.
El amor consciente sólo aparece cuando ambas personas logran establecer una comunión esencial que trasciende a la personalidad. En esos momentos de comunión, estamos simultáneamente en contacto con nuestra propia esencia y con la esencia de nuestra pareja y, sin embargo, seguimos siendo individualidades separadas. Por más próximos que nos hallemos nunca podemos llegar a compartir plenamente nuestros mundos ni a saber del todo cómo son las cosas para la otra persona. Así pues, aunque podamos compartir ciertos momentos fugaces de unidad en los que nuestra esencia permanece en contacto, la unión completa siempre estará fuera de nuestro alcance.