Qué es la Unidad desde el punto de vista sufí y como realizarla?
Los sufíes consideran que no hay más que una sola Existencia, y todo lo que existe es una manifestación de esa Existencia. Este principio que se llama comúnmente el Principio de la Unicidad de la Existencia no se origina simplemente en el campo de la fe o de la doctrina sino en el campo de la experiencia directa. No se puede comprender verdaderamente la Unicidad de la Existencia más que por la experiencia de esta Unidad al nivel más profundo del ser; una experiencia que revela la naturaleza divina que hay en nosotros, y nos hace descubrir que cada partícula del universo es la manifestación de la Presencia divina. La única aproximación que hace posible realizar esta experiencia es la del amor. En efecto, el amor es el principio unificador del universo y el único guía en el cual la humanidad puede confiar en su búsqueda de la verdad.
Si en su nivel más elemental el amor puede traducir la unión afectiva y sentimental entre dos seres, en su nivel más sublime él engloba de manera incondicional toda la creación divina, y conduce a la experiencia de la Unicidad de la Existencia. Según los sufíes, la experiencia de la Unicidad anula todas las distinciones convencionales entre las diferentes religiones, y hace saltar en pedazos todos los principios, reglas y leyes que dividen a los hombres. Quien ama a Dios descubre entonces que no hay más que una sola Existencia que se manifiesta a través de formas diferentes y variadas.
Al desaparecer la ilusión de la realidad individual, no se puede menos que constatar que no hay nada más que Dios, y como Hallâj, el sufí mártir, gritar lo que nos parece una expresión blasfema: Yo soy la Verdad .
Al alba del siglo XXI, somos testigos de un mundo que está llegando a ser más y más consciente de su multiplicidad, y que rechaza la unidad artificial y a menudo ilusoria con que algunos han querido investir diferentes momentos de la historia, ya sea por la dominación racial, religiosa, ideológica o cultural. En esta sociedad global debemos admitir un principio en el cual han insistido siempre los maestros sufíes, a saber que hay tantos caminos hacia Dios como individuos hay, y que todos esos caminos diferentes llevan al mismo punto: la Verdad absoluta que es una y la misma para todos. Toda otra aproximación parcial o reductiva no podrá sino agravar los conflictos y los desequilibrios del mundo de hoy.
Rumi, el gran poeta y maestro sufí, ilustra este punto con una historia: Se le dio a cuatro hombres de países diferentes, que no hablaban la misma lengua, con qué comprar en común lo que desearan. Cada uno de ellos quería comprar uvas, y lo dijo en su lengua que era incomprensible para los otros. Pensando en que querían cosas diferentes, cada uno intentó imponer su voluntad y terminaron en una disputa sobre aquello que había que comprar. Finalmente, pasó uno que hablaba todas esas lenguas, les compró uvas y puso fin a la querella. Así, según Rumi, sólo los hombres de Dios conociendo el lenguaje del corazón pueden salvar a la humanidad de sus divisiones y antagonismos.
En realidad, esta visión global que más allá de las palabras y de las apariencias abraza el sentido verdadero de las cosas, no es el patrimonio del sufismo sino que constituye la esencia de toda espiritualidad verdadera. Krishna expresaba en la Bhagavad-Gita: Liberados de la pasión, del temor y del odio, colmados de Mí y tomando refugio en Mí, purificados por el fuego de la sabiduría, son numerosos aquellos que s unen a Mi Ser. Cualquiera que sea la manera en que ellos vengan a Mí, Yo los recibo con los brazos abiertos, porque cualquiera que sea el camino que ellos emprendan, estarán en Mi Camino.
El amor es la sola vía que puede conducir a los seres humanos a esta comprensión. Es solamente por la fuerza unificadora del amor que la humanidad puede sobrepasar sus discordancias y llegar al estado de Unidad. Aquellos que conciben la espiritualidad a través de otro camino que el amor provocan inevitablemente desorden y conflicto en el mundo.
Es solamente a través del amor que se puede por fin ver que todas las prácticas espirituales, cuando son cumplidas con la sinceridad del corazón, llegan a la misma meta y remontan a la misma fuente. Y es otra vez Rumi quien ha ilustrado este punto con su maravillosa historia de Moisés y del pastor:
Moisés, en el curso de uno de sus numerosos viajes a través del desierto, sorprendió a un pastor dirigiéndose a Dios: Oh, tú que comandas todas las cosas imploraba el pastor yo desearía tanto llegar a ser tu servidor para reparar tus sandalias y peinar tus cabellos; besar tus pequeñas manos delicadas, masajear tus piececitos, y barrer el polvo de tu habitación. Oh, tú a quién ofrezco mis cabras en sacrificio, tú, cuyo recuerdo es la causa de mis llantos.
Al escuchar todo ese parloteo, Moisés reprendió al pastor y le hizo saber que estaba dando pruebas de ser un infiel al pronunciar esas absurdidades blasfematorias e irrespetuosas. Después agregó: Las sandalias, los cabellos, y cosas parecidas, tienen que ver con alguien como tú y no con Dios. El quería hacer entender al pastor ignorante: Cómo tales palabras pueden ser dirigidas al Muy Alto? Dios no tiene necesidad de tales servicios. A quién crees que estás hablando? A uno de tu familia? Cumplir tales tareas puede ser valedero y meritorio frente a otro como tú, y no frente a la santidad de Dios, que es el Creador y que no ha sido creado como nosotros lo hemos sido. Oh, hombre ignorante ! tus pseudo plegarias son irreverentes y perjudiciales a la pureza de tu alma.
Cuando el pastor escuchó esos reproches viniendo de un profeta de Dios, profundamente avergonzado, se arrepintió por las blasfemias que había proferido. Luego, con el corazón quemante de dolor, desgarró sus vestiduras y huyó al desierto. Fue entonces cuando Moisés recibió una revelación que venía de Dios: Tú has alejado de Mí a Mi devoto! Has sido enviado para conducir a los hombres a la Unión, o para empujarlos en el camino de la separación de Dios y del desequilibrio? Yo he otorgado a cada uno una manera particular de comportarse y una manera personal de expresarse. Lo que para uno es meritorio, puede ser censurable para otro. A cada cual sus prácticas y costumbres. El amor de Dios está más allá de toda pureza o impureza. Yo no he ordenado la adoración de lo divino para tener un beneficio personal, pues Mi amor es una gracia que concedo a los que me aman. Su glorificación no agrega nada a Mi gloria; son ellos lo que devienen benditos y glorificados por esta gracia. Debes saber que Yo no contemplo la forma exterior de los discursos sino lo que ellos ocultan en su interior. Poco importa que las palabras pronunciadas sean poco respetuosas si el corazón es humilde y puro, pues el corazón es la sustancia que es el solo objeto de Mi atención. Yo deseo un corazón ardiente y no palabras y conceptos. Alumbra un fuego de amor en tu alma, Moisés, y quema toda expresión y todo pensamiento. Porque preocuparse de la forma exterior de las convenciones y de las prácticas es una cosa, privilegiar a aquellos cuyo ser interior arde de amor, es otra.
El credo de amor precisa Rumi está más allá de todas las religiones. Para los verdaderos amantes, la sola religión, la sola fe es Dios. Moisés, presa de remordimientos, pero transportado fuera de sí porque Dios iluminó su corazón con misterios divinos, partió a la búsqueda del pastor para hacerle saber que él podía adorar a Dios como su corazón ardiente lo deseara y que su aparente blasfemia era en el hecho una religión verdadera. Cuando lo encontró y se lo dijo, el pastor exclamó que él había sobrepasado tales preocupaciones y que estaba sumergido desde ahora en el amor divino. El pastor agregó que el impacto de los reproches que Moisés le había dirigido, lo había propulsado más allá del cielo, y que había alcanzado un estado que las palabras no podrían jamás expresar.
Rumi termina la historia aconsejándonos no olvidar que la imagen que se contempla en un espejo no es otra que nuestra propia imagen reflejada en él, y no la imagen del espejo.
En lo que a Dios se refiere insiste Rumi -, cualesquiera sean las palabras utilizadas para glorificarlo, siempre serán tan inadecuadas y poco convenientes como las del pastor de la historia. Si pudiéramos ver las cosas tal como son en realidad, lo comprenderíamos inmediatamente. Así, burlarse o rechazar la adoración que otro profesa a Dios, es dar prueba de arrogancia y de ignorancia.
Esta historia es notable en varios puntos: se puede encontrar allí una descripción de la esencia de la búsqueda espiritual del hombre. Rumi nos dice tres cosas: primero, que las solas condiciones necesarias en el camino hacia Dios son el amor y la sinceridad. Segundo, que aquellos que conciben la espiritualidad a través de otro camino que el amor, como Moisés en esta historia, provocan inevitablemente desorden y conflicto en el mundo. Tercero, que el lenguaje del amor es el más profundo y mucho más universal que cualquier otro lenguaje conocido del hombre. Es verdad que Moisés era un profeta de Dios, pero aún para él, le era indispensable estar iniciado a los misterios del amor a fin de comprender el lenguaje del pastor.
Pero cómo alcanzar un tal estado de amor? En relación a esto, los sufíes citan el verso coránico: Dios ama a los hombres, después los hombres aman a Dios (V. 54), para mostrar que el amor de Dios debe siempre preceder al nuestro. En tanto que Dios no ame a un devoto y no se acuerde de él, será difícil para este recordar a Dios y amarlo. Al mismo tiempo, los sufíes citan la tradición sagrada que dice: Mi devoto se acerca más y más a Mí, acordándose de Mí, hasta que Yo lo amo. Y cuando Yo lo amo, él ve con Mis ojos, escucha con Mis orejas, habla con Mi lengua, coge con Mis manos y camina con Mis pies. Es decir, aunque el amor de Dios debe siempre preceder al nuestro, nosotros debemos sin embargo invocar su nombre y recordarlo, tanto como sea posible, si queremos atraer su atención sobre nosotros.
Para los sufíes, los seres humanos aprenderán en último término cómo amar, practicando el recuerdo de Dios. Recordar a Dios es desapegarse del ego a fin de dejar a Dios tomar posesión del ser; desembarazarse del egoísmo y del egocentrismo y servir a la humanidad sin esperar nada en cambio.
Desgraciadamente, vivimos en una época en la que la mayor parte de la gente recuerda más las canciones de moda, las imágenes publicitarias y las seriales televisivas que a Dios. Todos los valores de nuestra sociedad actual están al servicio de la promoción del ego y de sus ídolos. Los hombres ya no son idólatras en el sentido tradicional del término, pero los ídolos antiguos han sido simplemente reemplazados por nuestros bienes materiales y por individuos. Nuestro objetivo no es realizar a Dios en nosotros mismos, alcanzar los atributos divinos, sino satisfacer nuestros deseos y acumular cada vez más. Entonces, no es sorprendente ver cómo se acrecientan los conflictos nacionales, regionales y étnicos en cada rincón del mundo. Es posible que, más que en cualquier otra época, la falta de armonía exterior en el mundo refleje la falta de armonía interior en cada individuo. Esto se deriva del deseo elemental insatisfecho de los hombres que es el de amar y de ser amados. Hemos olvidado como amar y hemos perdido de vista la Unicidad de la Existencia porque en nuestra vida cotidiana nos hemos olvidado cómo recordar a Dios.
Traducido y extractado por Carmen Bustos de
Dr. Javad Nurbakhsh.- Sufism and Psychoanalysis
Más información:
Shah, Omar Alí.- Sufismo Hoy.- Ediciones Sufí
Shah, Omar Alí.- Sufismo en Occidente.- Editorial Sufí