Esta concepción dualista Bien – Mal sin la idea del Principio Superior Conciliador, es la que el hombre adquiere espontánea y naturalmente cuando carece de iniciación metafísica. Es incompleta, y por ello errónea, pero es interesante ver la verdad que contiene dentro de sus limites. Si la parcialidad intelectual en favor del Bien, causada por la ignorancia, es equivocada, la preferencia afectiva innata en el hombre por el Bien no debe considerarse equivocada puesto que existe en el plano afectivo irracional en el que ningún elemento está de acuerdo con la Razón ni en contra de ella. Esta preferencia tiene ciertamente una causa, una razón de ser que nuestro intelecto racional no debe rechazar a priori sino, por el contrario, debe tratar de comprender.
Planteemos el problema de la mejor forma posible. Mientras los dos principios inferiores, concebidos por el intelecto puro, son rigurosamente iguales en su antagonismo complementario, por qué cuando se los encara desde el punto de vista práctico afectivo, parecen desiguales, y el principio positivo parece indiscutiblemente superior al principio negativo? Si al dibujar el triángulo de la Triada, denominamos los vértices inferiores sí relativo y no relativo, por qué al buscar un nombre para el vértice superior, nos sentimos inclinados a denominarlo Sí Absoluto en lugar de No Absoluto? Si los vértices inferiores son amor relativo y odio relativo, por qué el vértice superior no puede ser concebido más que como Amor Absoluto y no como Odio Absoluto? Por qué la palabra creación – aunque la creación supone tanta destrucción como construcción – evoca necesariamente en nuestro espíritu la idea de construcción y de ningún modo la idea de destrucción?
Porque cuando la existencia de los principios inferiores (positivo y negativo) se concibe fuera de su funcionamiento, vemos que se derivan de una Causa Primera con respecto a la cual ambos son rigurosamente iguales. Pero cuando los contemplamos en operación, vemos que el juego de la fuerza activa causa el juego de la fuerza pasiva. La primera es acción y la segunda, reacción. Esto hace que el principio positivo posea una indiscutible superioridad sobre el principio negativo. Ella no consiste en una anterioridad cronológica, puesto que la acción y la reacción son simultáneas, sino en una anterioridad causal. Podría expresarse esto diciendo que el Principio Superior al despertar a los dos principios inferiores llega al negativo a través del positivo.