El cambio de vida, o proceso de individuación, es una posibilidad psíquica innata, pero su desarrollo representa tanto una bendición como una pesada tarea. Es una bendición porque la persona aprende a vivir más armoniosamente sobre la base de una mayor comprensión; pero es una pesada tarea porque ese enriquecimiento interno hay que ganarlo muy duramente. Según la Dra. Jacobi, la consecuencia inicial es que el individuo se libera premeditada e inevitablemente de no ser más que un rostro entre la gente-masa, inconsciente de sí misma. Esto conlleva el aislamiento, pero también la fe en el propio camino. Se convierte en un solitario, es una individualidad que, consciente de su destino interior, emprende su camino de un modo positivo.
No resulta sorprendente que la mayoría de las personas se atemorice ante las tensiones y las dificultades inevitables asociadas con este proceso y elijan, por lo tanto, la línea del menor esfuerzo limitándose a enfrentarse a sus necesidades biológicas y materiales. Muchos se dejan absorber por la búsqueda de la felicidad sin pensar que ella considerada como sensaciones placenteras tan continuas e intensas como sea posible no es la finalidad destinada al hombre al ser creado. El verdadero propósito de la vida es una tarea que continúa hasta el final: el desarrollo del ser humano del modo más completo posible. Esto produce algo de valor inestimable e imperecedero, es la paz interior, y con ella, la forma más alta de felicidad.
Quienes han prestado la atención debida a sus impulsos interiores, sienten con claridad en un momento dado que necesitan convertirse en ellos mismos. Hasta entonces se han preocupado de su profesión, su familia, la educación de sus hijos; en suma, de las necesidades de la vida cotidiana. Esta es una fase esencial del desarrollo humano, ante todo tenemos que saber actuar adecuadamente en el mundo externo. La profundización de la vida interior se produce después, en la segunda mitad de la vida. La edad en la que se inicia este anhelo de encontrarse consigo mismo es alrededor de los treinta y cinco a cuarenta años. Es la época en que las dificultades y fallas inherentes al modo de vida adoptado hasta entonces se dejan sentir, habiendo que superar barreras levantadas en años anteriores. También es la época en que problemas que han sido ignorados (consciente o inconscientemente) exigen alguna solución.