La segunda cuestión que se plantea al Caballero empeñado en la búsqueda de su Dama elegida es saber cómo podría reconocerla después de haberla encontrado. Cómo no tomar por ella a una persona extraña? Cómo también no pasarla por alto? Para los justos, incluso ni se plantea el problema porque en cualquier circunstancia ellos ven con exactitud. Para los corazones corrompidos – y en distintas proporciones, es el caso general – la cuestión no es tan simple de resolver.
La tara kármica provoca una deformación de la Personalidad, la que, por este hecho, ya no representa un reflejo ideal del Yo real. Esta deformación duplicada por las que producen las taras adquiridas en esta vida – por ejemplo, la deformación profesional de la psiquis – recubren la Personalidad con una especie de corteza. De manera que, a menos de un ya serio entrenamiento a causa del trabajo esotérico, el hombre ve todo a través de esta corteza que deforma la imagen exacta de los seres y las cosas.
Agreguemos que la tara kármica de dos seres polares no es ni puede ser jamás idéntica, En efecto, cada Personalidad en la autonomía de su vida produce un karma particular. De ello resulta, entre otras consecuencias, que dos seres polares pueden no nacer en la misma época, como normalmente debería producirse, sino con una diferencia en el tiempo que en ciertos casos puede ser considerable. Todos estos obstáculos explican por qué es raro que los seres polares se reconozcan espontáneamente en el momento de su encuentro.
Esta confusión en los hechos justifica también la noble tradición medieval según la cual el Caballero y la Dama elegida, antes de unirse para siempre, aceptaban buenamente pasar por pruebas, generalmente duras. Pero antes de hablar de las pruebas – que siempre están en vigor – es necesario que los dos seres enamorados con el Amor vivificante lleguen a una sincera y casi absoluta convicción de su polaridad.
Como hemos dicho, la deformación kármica de la Personalidad se presenta siempre como una corteza en la superficie. Detrás de la corteza, la psiquis queda igual a sí misma: más o menos desarrollada, más o menos equilibrada. El ejercicio de constatación proseguido metódicamente permite al hombre hacer en sí mismo las separación entre los elementos de la corteza adquirida, por consecuencia, de naturaleza heterogénea, y distinguirá entonces con facilidad, al observarse introspectivamente, el tipo humano al que pertenece. Esto es importante. Pero todavía no es suficiente como para que pueda hacerse una imagen precisa de la Dama de sus pensamientos. Para ello le es necesario aún hacer considerables esfuerzos conscientes,