Todas las grandes religiones recomiendan el desapego. En general, se entiende como el desapegarse a los bienes materiales: “No os hagáis tesoros en la tierra donde la polilla y el moho corrompen…” nos dice el Evangelio; y el Budismo nos recomienda tener las cosas como si no las tuviéramos, y nos recuerda que ni siquiera podemos llevarnos un fósforo apagado al irnos de este mundo. Qué podría haber de menos valor? Pero el desapego también se aplica a las personas y a las acciones.
En relación a las personas, hemos visto en nuestro Curso de Crecimiento Personal cómo se depende de los demás a través de la Consideración Interna. Nos apegamos a los otros porque necesitamos lastimosamente su aprobación y aceptación. No es que los amemos, los necesitamos. Si sufrimos de hambre y de sed, no podemos decir que “amamos” los alimentos y el agua.
En relación a las acciones, desapegarse es no identificarse con aquello que se tiene entre manos. Si caminamos obsesionados por la meta, perdemos de vista el disfrute que nos puede otorgar el recorrido del camino. Al efectuar una tarea determinada, debiéramos poner el acento en la tarea misma, como un medio para alcanzar nuestro crecimiento interior, olvidándonos de los frutos materiales o de otro tipo que nos pueda acarrear esta acción. Es la acción por la acción misma. Si es una tarea en beneficio de otras personas, sintámonos agradecidos por haber tenido la oportunidad de hacerla, sin adueñarnos de ella ni usarla para nutrir nuestro ego.
“Mata la ambición, pero trabaja como trabajan los ambiciosos. Respeta la vida como lo hacen quienes la desean. Sé feliz como lo son los que viven para la felicidad”. (“Luz en el Sendero” de Mabel Collins.)