El yo del estado de vigilia recibe del estrato más profundo de la mente, en especiales circunstancias, repentinas intuiciones y espontáneas inspiraciones. La intuición es un destello espontáneo, pasivo, receptivo e involuntario, que no guarda relación con algún pensamiento anterior. Es por eso que revela un horizonte nuevo sobre un tema particular. La mente tiene el poder de actuar según su propia manera misteriosa que le permite prescindir del pensamiento y enviar sus resultados a la consciencia superficial.
La intuición tiene mucha fuerza cuando toma una dirección negativa, por ejemplo, para prohibirnos un determinado acto. Se anula, cuando predomina en nosotros los prejuicios y deseos relacionados con el asunto. Pasado un tiempo puede reaparecer y allí nos recuerda el error de haber seguido el impulso de nuestros sentimientos personales en lugar de haberla captado en su fugaz manifestación.
Hay un tipo de intuición que tiene toda la humanidad y que no se manifiesta de un modo extraordinario. Es una facultad que a veces se presenta teñida de emociones, deseos, egoísmos que confunden sus contornos. Es lo que comúnmente se llama conciencia o voz interior. Es la destilación de muchas experiencias vitales acumuladas, que asume la forma de conciencia moral, juicio crítico y sentido artístico. Es el resultado de esta encarnación y de las anteriores. Estas experiencias están acumulados en los estados más profundos de la memoria y dejan como herencia esas intuiciones.
La fuente de la cual surge la intuición está siempre dentro del hombre, se debe cultivar la atención a aquella fuente. Depende de la voluntad y la frecuencia con que se realice. Si uno desea una respuesta sobre algo y ya ha agotado todos los medios para conseguirlo, lo mejor es comenzar por creer que la respuesta ya existe dentro de la persona que pregunta. Hay que hacerla surgir de los estratos más profundos de su mente para que aparezca ante su consciencia cotidiana.
Dicha confianza es acertada, aunque la respuesta intuitiva no esté completamente libre de la interferencia o ayuda del factor kármico. El próximo paso, consiste en “concentrar” la atención. Esta concentración debe repetirse varios días y, a veces es necesario, durante varias semanas.