Nuestro Diablo también ha heredado algunas de las cualidades de Tiamat, la diosa babilonia del Caos, que asumía el aspecto de un murciélago con garras y cuernos. Fue en la época judeocristiana cuando el Diablo comenzó a aparecer en forma definitivamente humana y a llevar a cabo su nefasta actividad de manera más comprensible para nosotros, los humanos. El hecho de que la imagen del Diablo haya ido humanizándose con el correr de los siglos representa simbólicamente que hoy en día estamos en mejores condiciones para considerarla como un aspecto oscuro de nosotros mismos, que como un dios sobrenatural o como un demonio infernal. Quizás también signifique que ya nos encontramos en condiciones de enfrentarnos a nuestro lado más oculto y satánico.

Pero aunque su apariencia sea humana – e incluso hermosa – el Diablo sigue sin haberse despojado todavía de sus enormes alas de murciélago. Es más, el hecho de que en el Tarot de Marsella esas alas sean mayores y más oscuras todavía, parece indicarnos que la vinculación de Satán con el murciélago es especialmente importante. Detengámonos, por tanto, en este punto para prestarle una atención especial. El murciélago es un ave nocturna. Durante el día rehúye la luz del sol y al llegar la madrugada se retira a una oscura caverna y se cuelga boca abajo para recuperar la energía necesaria para sus correrías nocturnas. Es un chupador de sangre cuyo aliento pestilente emponzoña el ambiente. Se mueve en la oscuridad y, según la creencia popular, tiene una especial tendencia a enredarse con los cabellos de los seres humanos y a desatar sus ataques de histeria.

También el Diablo vuela durante la noche, cuando las luces de la civilización se extinguen y la mente racional dormita, cuando el ser humano yace inconsciente e inerme y más expuesto se halla a la sugestión. A plena luz del día, sin embargo, cuando la consciencia del ser humano está despierta y mantiene toda su capacidad discriminativa, el diablo se retira hacia las zonas más oscuras del psiquismo donde cuelga boca abajo, esconde sus contradicciones, recupera su energía y espera pacientemente a que llegue su momento.