Paradójicamente, sin embargo, a medida que la vida consciente del ser humano se torna más civilizada su naturaleza animal se declara en guerra y se vuelve más salvaje. A este respecto dice Jung: Las fuerzas instintivas reprimidas por el hombre civilizado son muchísimo más destructivas – y, por consiguiente más peligrosas – que los instintos del primitivo que vive de continuo en estrecho contacto con sus aspectos negativos. En consecuencia, ninguna guerra pasada puede competir – en cuanto a su colosal escalada de horrores se refiere – con las guerras que asolan hoy a las naciones civilizadas. Jung continúa diciendo que la imagen tradicional del Diablo – mitad hombre mitad bestia describe exactamente los aspectos más siniestros y grotescos de nuestro inconsciente con el que jamás hemos llegado a conectar y que, por consiguiente, ha permanecido en su estado salvaje original.

Si examinamos al hombre-bestia que nos muestra el Tarot descubriremos que en él no existe ninguna parte que destaque sobre las demás. Lo que hace su figura tan detestable es el absurdo conglomerado de rasgos tan dispares. Este agregado irracional atenta contra el mismo orden de las cosas y socava el esquema cósmico sobre el que descansa toda nuestra visión de la vida. Afrontar esta sombra significa afrontar un miedo que no sólo espanta al ser humano sino que también aterra a la misma Naturaleza. Pero esta extraña bestia que todos llevamos en nuestro interior y a la que proyectamos como Diablo es, después de todo, Lucifer. Y Lucifer es un ángel – aunque ciertamente un ángel caído – el Portador de la Luz y, como tal, es un mensajero de Dios. Es imprescindible, pues, que aprendamos a establecer contacto con él.

Sallie Nichols

 

Extractado por Matilde Fernández de
Jung y el Tarot.- Editorial Kairós