El mayor error es creer que el ser humano se mantiene como una unidad constante. Nunca permanece igual durante más de un breve periodo. Continuamente cambia; raramente se mantiene igual durante una hora.
G.I. Gurdjieff
En época reciente el Eneagrama se ha convertido en un modelo de nueve tipos psicológicos. Esta idea, llevada a cabo por el psicólogo chileno Óscar Ichazo, contrasta con las enseñanzas de Gurdjieff y Ouspensky, quienes consideraron al ser humano dormido y falto de desarrollo, como una colección de múltiples egos diferentes. En realidad los pioneros de la Escuela Arica han adoptado solamente la forma exterior del Eneagrama, sin entrar en su dinámica interna, como lo describía Gurdjieff. Pero no es mi intención discrepar de esta escuela ni de sus sucesores. Ellos han hecho del Eneagrama un modelo útil de psicodiagnóstico, cuya fuerza está en la sencillez de su aplicación. La base de este sistema psicológico eneagramático es que existen nueve tipos fundamentales de personalidad, ni uno más ni uno menos. Los jesuitas, en particular Bob Ochs, enfatizó el hecho de que el Eneagrama nos puede hacer conscientes de nuestros aspectos sombra sin necesidad de moralizar.
Los jesuitas comenzaron a partir de la premisa de que los nueve tipos del Eneagrama representan nueve tipos independientes de mecanismos de defensa, los cuales consideran como pecados. Son pecaminosos porque cada tipo específico no representa su totalidad (la cual radica en el potencial de reacción total de todos los tipos juntos), sino que es egocéntrico. A pesar de todas las diferencias entre los dos puntos de vista, se puede encontrar aquí un claro paralelo con la opinión de Gurdjieff acerca de que la falibilidad y el error humanos son causados por tendencias egoístas. No alcanzamos la totalidad debido a que cultivamos el ego en lugar de ejecutar el deber de “Partkdolg”, es decir, desarrollarse uno mismo a través del sufrimiento consciente. Al igual que Gurdjieff, los jesuitas asumen que vivir plenamente a través del ego significa separarse del mundo y de la totalidad. Esta visión da origen a una visión distorsionada de la realidad y también, por lo tanto, a una autoevaluación falsa. En términos de Gurdjieff, el ego nos impide recordarnos a nosotros mismos.
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