Las relaciones entre el hombre y el suelo se establecen por múltiples cadenas de interacción solidaria que se anudan a todo lo largo de un ciclo de vida. Aunque no sea más que en el plano sensorial, nos encontramos delante de un mundo que va cambiando con los lugares, los climas, las alturas, las latitudes, las orientaciones, las estaciones, las horas del día y de la noche y cien mil otros factores diversos. El conjunto de seres vivientes está sometido a la acción de fenómenos magnéticos, eléctricos, telúricos, solares, planetarios y cósmicos cuyo efecto es decisivo para la orientación de los procesos de vida.
Sólo pretendo señalar la acción que ejerce el paisaje sobre la psicología humana. La sed de naturaleza y de espacio libre que experimenta el ciudadano y que lo hace precipitarse hacia los espacios verdes apenas tiene un momento de libertad, es demasiado conocida para que sea necesario insistir sobre la importancia del paisaje en la vida de los hombres. Se sabe desde hace largo tiempo que éste llega a modificar el comportamiento del individuo. El hombre de la montaña tiene tendencia a la vida comunitaria. El de las riberas marinas, sueña con el espacio. El habitante de la llanura es calculador. La insularidad ha obligado a los hombres a aceptar los límites de la naturaleza, los recursos limitados de sus islas. La mentalidad de conquista devastadora no ha podido nacer sino entre pueblos continentales que tenían vastos horizontes delante de ellos. André Birré ha mostrado que existe una relación entre el humus y el psiquismo, el que se puede deteriorar al mismo tiempo que el humus. Se deduce naturalmente el imperativo de la calidad de los alimentos, ligados a la mantención del humus.
Hay días en que la calidad vibratoria del aire permite entrar fácilmente en estados de lucidez y de percepción extrasensorial. Los lamas tibetanos y otros anacoretas solitarios de las montañas lo saben bien. Por otra parte, lo que ha sido a menudo considerado como intuiciones no verificables o búsquedas esotéricas, empieza a ser confirmado por las ciencias exactas, en la medida en que los investigadores muestran creatividad a la par del rigor científico.