El fundamento del servicio es la fraternidad, la comprensión interna de la unidad espiritual como un hecho de la naturaleza, y el consiguiente esfuerzo para dirigir y dar forma a los actos de nuestra vida, a fin de contribuir en alguna medida a la armonía del todo, acrecentando lo bueno y trasmutando en superior lo inferior, en nuestra esfera de influencia y el medio ambiente, incluyendo nuestra propia personalidad.
Para que el servicio sea eficaz debe prestarse en forma inteligente. Esto requiere saber juzgar y discriminar. El servidor debe saber valorar sus recursos en relación al objetivo, la causa o persona a quien vaya a prestar servicio. Debe reconocer el momento oportuno para el esfuerzo, la economía en el empleo del tiempo y de la energía, así como los medios materiales en la prestación del servicio.
Sin embargo, el factor más importante es prestar un servicio eficaz y amoroso, porque el amor es radiactivo y magnético y logra penetrar y armonizar las situaciones más difíciles, donde ninguna cualidad o cualidades hubieran podido penetrar y actuar.
Es una alegría y un privilegio poseer tal constitución, pues podemos servir mediante la profunda comprensión de nuestra unidad con lo divino. Sin embargo, para aquellos que no puedan establecer un contacto interno con esta realidad y echan de menos esa satisfacción emocional, pueden servir por la convicción intelectual de que es lo correcto. Será alentador recordar que muchos son los caminos que conducen a la cumbre de la montaña y que allí convergen todos ellos. Pero antes de lograr la meta final, el servidor que no es emotivo comenzará a experimentar la riqueza de la “gracia de Dios”, no importa cuál sea su línea de desarrollo.
“Busca la perfección en la acción”, aconseja un sabio Instructor, siendo en verdad un buen consejo, porque todos cometemos errores – aunque los móviles sean los más puros – especialmente al principio de nuestro desarrollo espiritual. El error más común es
aplicar medios y métodos inadecuados para los fines perseguidos: dar consejos cuando no son necesarios; dar dinero en vez de un ejemplo personal de cómo ganarlo y hacer resaltar los defectos del carácter cuando correspondería presentar personas de un nivel y normas deseables, lo cual produciría el estímulo apropiado para despertar el deseo de progresar en la correcta dirección.