Porque el haikú es la maestría del instante presente, del momento efímero que constituye la vida misma, la consciencia en contacto con el entorno o el interior, el instante mágico en el que el observador y lo observado se unen en una minúscula impresión, observación, constatación o comprensión que, si bien en sí misma no tiene palabras, es posible de ser impresionada en una hoja en blanco en su esencia, a través de tres pinceladas:
A la intemperie
Se va filtrando el viento
Hasta mi alma.
La vida de Bashô fue un continuo peregrinar por Japón, en permanente y escogida pobreza, o, como decimos hoy, simplicidad voluntaria. Él creía que no era posible la poesía sin la necesidad, la carencia y el hambre alquímicamente transformados en arte, naturaleza e instante mediante. Bien se ha dicho que vivió su poesía y escribió su vida.
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Levántate
y sé mi compañera,
soñolienta mariposa.
Se zambulle una rana,
Chapoteo.
Se expande en la bruma
Del alba.
Este camino
Nadie ya lo recorre
Salvo el crepúsculo
penetran
la habitación en el verano.
bajo ellas dormiré
sin sentir el tiempo.
Quietud,
el sonido de los pétalos
esparciéndose al caer.
Sobre un caballo
Mi silueta helada

interesante y bello.