En la década del 30 del siglo pasado aparecen los experimentos de percepción extrasensorial (PES) de
J. B, Rhine y otros, quienes, a través de la adivinación de figuras dibujadas sobre naipes, obtuvieron resultados muy superiores a la probabilidad estadística. Los experimentos se realizaron en condiciones diversas de tiempo: adivinación simultánea, o pasada o futura, de las cartas que saldrían. El espacio entre ambos participantes variaba desde la habitación vecina a cientos de kilómetros de distancia. Los resultados evidenciaron una relatividad psíquica de ambos factores. Esto es, los sujetos obtenían un porcentaje de respuestas acertadas superior a la probabilidad matemática, no mermado por el tiempo o el espacio. Lo único que hacía disminuir el rendimiento era la falta de interés, de entusiasmo o de expectativas de los participantes por los resultados, Según Jung: Los experimentos de Rhine demuestran que, en relación con la psique, el espacio y el tiempo son, por así decirlo, elásticos, por cuanto pueden, al parecer, reducirse a voluntad aproximadamente a cero. Vale decir, parece como si dependieran de condiciones psíquicas y no existieran en ellos mismos, sino que fuesen sólo puestos por la consciencia.
Fue justamente este tipo de deducción la que hizo surgir detractores que adjudicaron los resultados a arreglos y arbitrarias interpretaciones inconscientes. Efectivamente, el substrato era el Inconsciente, pero exento de cualquier arreglo o interpretación que implicaría llevarlo a una categoría consciente y de tiempo lineal imposibles. Dice Jung: En sí mismos, espacio y tiempo consisten de nada. Son conceptos hipostasiados provenientes de la capacidad discriminatoria de la mente consciente y forman las coordenadas indispensables para la descripción de la conducta de los cuerpos en movimiento. Por lo tanto, son esencialmente de origen psíquico, y ello parece haber sido la razón que movió a Kant a concebirlos como categorías a prior… Tal posibilidad (su relativización), empero, se presenta cuando la psique observa no cuerpos externos, sino a sí misma.
El vacìo de la mente solo es posible des-
cubrirlo en el silencio no forzado del
pensamiento; hemos llenado la mente hu-
mana, en la presente cultura, con las co-
sas del pensamiento, que son las cosas
del tiempo. ¿Còmo se vacìa la mente?
Prestàndole total atenciòn a cada pensa-
miento y sentimiento instante tras ins-
tante, no desde un centro sino desde el
darnos cuenta que SOMOS el proceso del
pensar junto con el de sentir y SOMOS
tambièn la maquinaria fìsica con sus re-
clamos por sus necesidades y SOMOS todo
lo que nos acompaña en lo externo en
nuestro aquì y ahora, y que percibimos a
travès de los sentidos. SOMOS la incog-
nocible esencia de lo total y por ello
no es posible concluir nada positivo
acerca de nosotros mismos. Lo que sì
podemos es negar lo falso, lo ilusorio
que siempre està al acecho para aflorar
cuando nos distraemos.