De modo que la afirmación de que el espíritu es experiencia (en tanto opuesto a lo intelectual) constituye una auténtica distorsión del Espíritu, porque el Espíritu no es una experiencia pasajera sino el Testigo sin forma de toda experiencia. Permanecer atrapado en las experiencias es, por tanto, ignorar el Espíritu.
Pero el cuerpo contiene importantes significados sentidos, los que evidentemente, deben ser integrados en la mente y el Espíritu. Pero considerar que la espiritualidad está exclusivamente ligada a las sensaciones corporales, es una burla . Y si es un error tan difundido es porque todos disponemos ya de esa capacidad corporal. Todos nosotros tenemos, desde niños, acceso a la consciencia corporal; todos podemos experimentar el cuerpo, de modo que tenemos una alta posibilidad de éxito con el trabajo centrado en el cuerpo. Pero si se estuviera tratando de establecer contacto con el nirvikalpa samadhi un estado auténticamente espiritual que requiere unos cinco o más años de trabajo – no bastaría con un fin de semana. De modo que no resulta fácil comercializar los verdaderos dominios transpersonales, ya que eso sólo es posible con los estados alterados que vienen y van con las experiencias corporales a las que todos tenemos acceso con cierta facilidad.
El contacto con el cuerpo desempeña un papel muy importante que tal vez podamos explicar del siguiente modo. En el curso del proceso de desarrollo del ser humano, la consciencia comienza identificándose con el cuerpo, con los dominios vital y sensoriomotor. A los dos o tres años de edad, la mente empieza a aparecer, y en torno a los seis o siete años, la consciencia empieza a identificarse con la visión más amplia que le brinda la mente. El cuerpo sensorial, recordémoslo, es preconvencional y egocéntrico (porque no puede, por ejemplo, asumir el papel de los demás) pero, con la emergencia de la mente, la consciencia se halla ya en condiciones de pasar de la modalidad egocéntrica a la sociocéntrica, es decir, evolucionar desde el yo hasta el nosotros . La mente trasciende e incluye al cuerpo y, en consecuencia, puede ser consciente tanto del yo como del nosotros.