Al olvidar con frecuencia sus perspectivas cósmicas y metafísicas se arriesga reducir El Trabajo a una especie de búsqueda psicológica sin relevos, mientras en otros estimula los impulsos latentes pseudo místicos y sin contenidos reales.
Un lugar importante está entonces reservado por Gurdjieff a la meditación profunda y al silencio, como regreso a la fuente misma de cada conocimiento. Se trata seguramente de una práctica espiritual en la cual la visión teórica indispensable no está arbitrariamente separada de un contacto vivificante con la experiencia en curso, como ella viene vivida y experimentada.
El esquema que se manifiesta muy a menudo de una “búsqueda individual” demuestran la urgencia de una tarea imperiosa: asimilar lo esencial de las ideas, con la finalidad de no desnaturalizarlas y de comprender cuanto antes la finalidad del maestro, principio de equilibrio sin el cual El Trabajo no podría existir.
Esfuerzo de comprensión y verificación de las ideas, eso es lo que aparece con claridad en esta enseñanza: El crecimiento del Ser requiere en efecto un conocimiento directo y un dominio gradual de los movimientos de nuestra energía, en sus diversos planos de manifestaciones.
Pero en definitiva lo que hay de único y de insustituible en la enseñanza de Gurdjieff, es Gurdjieff mismo.
Nada más evidente, ciertamente, para quien vivió esta experiencia cercana a él y se siente naturalmente, llamado a dar testimonio.
Algunos años después nos dejó para siempre.

Que hay que permite en la influencia del maestro, de perpetuarse una vez que él desaparece?
No es tanto una “ortodoxia” cuanto una forma de percepción heredada, con la que debería transparentarse cada cosa, al centro de las experiencias más intimas como al nivel de la existencia cotidiana.
Pero no tardamos en sentirnos desbordados por todas partes y lo desconocido vuelve a prevalecer. Con el tiempo, estamos invitados a percibir este don como un enigma y como un desafío