En los Relatos de Belcebú se nos convida desde el principio a despertarnos a esa nueva comprensión. Los Relatos no empiezan de improviso. Les precede una introducción que se titula El Despertar del pensar y a lo largo de los capítulos se dedican páginas enteras a una Enseñanza cuyas verdaderas perspectivas aparecerán en las Conclusiones del autor.
Después de más de cincuenta años de morir el Maestro, hay una enorme diferencia entre lo que eran los grupos en la época de Gurdjieff y lo que pueden representar hoy.
El tenía en cuenta, evidentemente, la diversidad de nuestras interpretaciones de lo que él sugería y se ingeniaba para utilizarlas conscientemente.
Ahora, por supuesto, ya no es lo mismo que cuando aquello era vivido y dirigido por el Maestro. Pero, por muy inevitables que sean las desviaciones, para nosotros hay algo que da fe de que su influencia sobrevive.
Cómo mantenerse abierto?
Se nos pregunta hasta qué punto la intimidad del trabajo sobre sí mismo puede prestarse a ser confiada al público. Sobre eso existe un malentendido harto evidente que puede adoptar muy diversas formas. Pero a lo que soy más sensible es a la relación con nuestro Maestro, y la manera que tenía de poner a prueba nuestra capacidad de comprender.
En una forma u otra, esto pone en tela de juicio las tareas que me han propuesto y que he procurado cumplir durante muchos años.
He venido a llegar al cuestionamiento de la concepción del Trabajo, y de ello se pueden encontrar ecos en algunos textos, sea en entrevista o en escritos que he tratado de elaborar.
Hay un malentendido, muy a menudo, en cuanto se trata de un trabajo que hacer. Es una especie de movilización, de una responsabilidad que uno asume, de un trabajo que tengo que hacer. Quiero movilizarme, de distintas maneras, para poder hacerlo, puesto que es lo que se me propone.
Y a partir de ahí, cuántos testimonios cuando un grupo se reune, cuánto derivar, y después, cuántos comentarios sobre el trabajo !
Y en medio de todo eso, parece que algo queda descuidado, ignorado. Y es que el verdadero Trabajo, no lo hacemos nosotros. Se hace en nosotros. Y esto, naturalmente, con la ayuda del Maestro, pero trasciende incluso la ayuda del Maestro.Algo se trabaja en nosotros, que obedece a imperativos totalmente diferentes de aquellos a los que solemos plegarnos.