No impone ninguna renuncia previa, pero requiere, en el marco de una vida ordinaria, un conjunto de condiciones apropiadas, enfocadas en el verdadero trabajo sobre sí mismos.

Se abre una perspectiva de trasformación profunda del ser a través del despertar y la consciencia de sí.

Implica para el hombre una búsqueda sincera de la verdad, la realización de su propia nulidad, el recurrir al esfuerzo – al super esfuerzo en vista del desarrollo de su poder de consciencia. Le permite también el descubrimiento y realización de algunas potencialidades escondidas, a través de la activación simultánea y conjunta de sus capacidades intelectuales, emocionales y físicas, como resultado de una concentración voluntaria en la lucha, donde él es el campo de batalla entre sus tendencias positivas y negativas

Esta lucha perpetua se verifica, en todo buscador, según el principio de relatividad que gobierna las relaciones de diferentes niveles de energía del hombre y del universo.

Pero entre estas líneas de fuerza del cuarto camino, lo que se afirma como primera instancia como absolutamente esencial de esta enseñanza, es que esta coloca delante del hombre, antes que nada la exigencia de una comprensión y que el hombre no debe hacer nada sin entender, y debe asegurarse por sí mismo de la verdad que le es dicha.

Esta exigencia primaria es una fuente de numerosas equivocaciones. Debemos regresar sin descanso al sentido que Gurdjieff da a esta necesidad imperiosa de una Comprensión vivida en la cual el Ser se desempeña internamente. Está lejos de la falsa exigencia del hombre ordinario, que se arroga el derecho de reducir cada verdad al sistema de explicación que gobierna los movimientos de su pensamiento asociativo.

Además, el acento está en el hombre en su búsqueda individual de la consciencia y sobre El Trabajo que es necesario hacer para conocerse, para transformarse y realizarse completamente.

Aquellos que cuidan las tradiciones se apuran a denunciar una tendencia al humanismo generador de las más nefastas desviaciones.