Tal vez sin atreverse todavía a confesar esta inquietud, muchos – lo sé porque me los he encontrado a menudo y en todas partes – la sienten, no obstante, absolutamente despierta en el fondo de ellos mismos. Para éstos es para quienes escribo.
No intentaré hacer metafísica ni apologética. Con los que quieran seguirme volveré al Agora. Y allí, todos juntos, oiremos a San Pablo decir a las gentes del Areópago: Dios que ha hecho al hombre para que este
lo encuentre, Dios a quien intentamos aprehender a través del titubeo de nuestras vidas, este Dios se halla tan extendido y es tan tangible como una atmósfera que nos bañara. Por todas partes Él nos envuelve, como el propio mundo, Qué nos falta, pues, para que podáis abrazarlo? Sólo una cosa: verlo.
En estas palabras no se hallará sino la lección eterna de la Iglesia, pero repetida por un hombre que cree sentir apasionadamente con su tiempo, que querría enseñar a ver a Dios por todas partes; verlo en lo más secreto, en lo más consistente, en lo más definitivo del mundo. Se propone sólo una actitud práctica o, más exactamente acaso, una educación de los ojos. No discutamos, queréis? Pero situaos como yo, aquí, y mirad desde este punto privilegiado que no es la cima difícil reservada a ciertos elegidos, sino la plataforma firme construida por dos mil años de experiencia cristiana. Veréis, con toda sencillez, operarse la conjunción de los dos astros cuya atracción diversa desorganizaba vuestra fe. Sin confusiones, sin mezclas, Dios, el verdadero Dios cristiano, invadirá el Universo. El Universo, nuestro Universo de hoy, el Universo que os asustaba con su magnitud perversa o su pagana belleza. Lo penetrará como un rayo penetra un cristal; y a favor de las capas inmensas de lo creado, se hará para vosotros universalmente tangible y activo, muy próximo y, a la vez, muy lejano.
Si, acomodando la mirada de vuestra alma, sabéis percibir esta magnificencia, os prometo que olvidaréis vuestros vanos temores frente a la Tierra que asciende; y sólo pensaréis en decir: Todavía más grande, Señor! Sea cada vez más grande tu Universo para que, mediante un contacto incesantemente intensificado y engrandecido, yo Te sostenga y sea por Ti sostenido!