Todo conocimiento tiene sus limitaciones; la realidad no, al menos desde la humana perspectiva. Lo que establece esta enseñanza es que no existe ningún padre amoroso celestial dispuesto a acogernos, perdonarnos, redimirnos o concedernos peticiones. Con toda probabilidad, quienes están más avanzados y guían y ayudan a los seres humanos están en otra esfera que el molde del hombre o sus equivalencias, y posiblemente sean los artífices de los contactos del discípulo o del aspirante con su origen, siendo al mismo tiempo quienes confirman la realización, hasta que el alumno pueda lograrlo por sí solo. El discípulo debe estar dispuesto a lidiar con energías positivas y negativas permanentemente, a mantenerse impecable en el uso de su energía, a procesar su pasado, y a llegar a lograr todos sus avances por sí mismo hasta lograr la imparcialidad en todos sus actos o no-actos. Se verifica en esta enseñanza –como en otras- que hay mucha distancia entre ser ingenuamente ‘bueno’ y ser impecable. En esta tradición de arrastre tolteca, tanto como en algunas otras, la realidad trascendente resulta ser mucho más impersonal de lo que muchos de nosotros quisiéramos. Aunque no puede ignorarse el hecho de que la visión de don Juan –probablemente heredera de los magos atlantes-, condicionada como está por su propia tradición y lo que le resulta más familiar, contenga también muchas distorsiones y limitaciones. Como dice el mismo don Juan, la realidad es un misterio insondable, pero es deber de todo guerrero el intentar descifrarla, aunque sepa que nunca lo logrará del todo. Como gran enseñanza, extraer que ese misterio insondable no puede ser atrapado en nuestros conceptos, lo que es aplicable a cualquier tradición. Deshagámonos pues, en todo lo posible, de nuestras ideas fijas y limitantes, de nuestras creencias aprendidas acerca de lo trascendente, o acerca de lo que Dios es o no es, y busquemos la experiencia viva, vibrante, inapelable, con las manos desnudas.

En definitiva, sólo podemos estar seguros de que ninguna descripción del mundo es definitiva…

Antonio Barragán

Ref.: El Fuego Interno, Ed. Diana, Mexico, 2001.