Nota: el “monólogo interno”, o la “charla interior”, es considerada de la misma manera en otras escuelas, como un inmenso estorbo a cualquier práctica, por ser el sustento y retroalimentación permanente del ego, considerado como el “yo separado” de la realidad esencial subyacente.

“Don Juan me recordó que me había hablado largamente acerca de uno de los aspectos más sólidos de nuestro inventario: nuestra idea de Dios. Dijo que ese aspecto era como una goma muy pegajosa que ligaba al punto de encaje a su posición original. Si yo fuera a alinear otro mundo total con otra gran banda de emanaciones, tenía que dar un paso obligatorio para poder soltar todas las amarras de mi punto de encaje.

– Ese paso consiste en ver el molde del hombre –dijo-. Hoy tienes que hacerlo, sin ayuda de nadie.

– ¿Qué es el molde del hombre? –pregunté-.

– Te hice verlo muchas veces –contestó-. Tú sabes de lo que estoy hablando.

Me abstuve de decir que no tenía ni la menor idea de lo que hablaba. Si decía que yo había visto el molde del hombre, debía haberlo hecho, aunque no tenía la más vaga noción de cómo era. Él parecía saber lo que cruzaba en mi mente. Me sonrió benévolamente y movió la cabeza de un lado a otro como si no creyera lo que yo pensaba.

– El molde del hombre es un enorme racimo de emanaciones en la gran banda de la vida orgánica –dijo-. Se le llama el molde del hombre porque ese es el racimo que llena el interior del capullo del hombre. El molde del hombre es la porción de las emanaciones del Águila que los videntes pueden ver directamente sin peligro alguno para ellos. Romper la barrera de la percepción es la última tarea de la maestría de la consciencia –continuó-. Para poder mover tu punto de encaje a esa posición, por tu cuenta, tienes que reunir mucha energía. Haz un viaje de recuperación. ¡Recuerda lo que has hecho!

Traté de recordar lo que era el molde del hombre. Fallé. Sentí una atroz frustración que pronto se convirtió en enojo real. Estaba furioso conmigo mismo, con don Juan, con todos. Mi furia no impresionó a don Juan. Con un tono ecuánime dijo que el enojo era una reacción natural ante la incapacidad del punto de encaje de moverse al comando.