“Me quejé de que no quedaba suficiente tiempo para que me enseñara la maestría del intento.

– Ya te la he enseñado. Algún día habrás de recordarlo todo –me aseguró-. Una cosa desencadenará a la otra. Una palabra clave y todo saldrá de ti, como si hubiera cedido la puerta de un armario lleno a reventar.

Regresó después a la discusión del molde del hombre. Dijo que verlo por mi cuenta, sin ayuda de nadie, era un paso importantísimo, porque todos nosotros tenemos ciertas ideas que deben ser rotas antes de que seamos libres; el vidente que penetra en lo desconocido para vislumbrar lo que no se puede conocer tiene que estar en un estado de ser impecable.

Me guiñó el ojo y dijo que el estar en un estado de ser impecable es estar libre de suposiciones racionales y temores racionales. Agregó que tanto mis suposiciones como mis temores me impedían, en ese momento, realinear las emanaciones que me harían recordar haber visto el molde del hombre. Me sugirió que girara mis ojos y me repitió una y otra vez que era verdaderamente importante recordarlo todo antes de verlo de nuevo. Y como el tiempo se le acababa no había cabida para mi lentitud acostumbrada.

Siguiendo su sugerencia, moví los ojos. Casi de inmediato, olvidé mi incomodidad y de repente recordé que había visto el molde del hombre. Ocurrió eso años antes, en una ocasión bastante memorable para mí, porque desde el punto de vista de mi educación católica, don Juan hizo entonces las declaraciones más sacrílegas que jamás escuché. Todo empezó como una conversación amigable mientras subíamos las faldas de unas montañas en el borde del desierto sonorense. Don Juan me explicaba lo que me hacía con sus enseñanzas. Nos detuvimos a descansar y nos sentamos en unas rocas redondas. Siguió explicándome su procedimiento de enseñanza, y esto me animó a intentar, por centésima vez, hablarle de mis problemas. Resultaba evidente que ya no quería oír hablar de ello. Me hizo cambiar de niveles de consciencia y me dijo que si yo viera el molde del hombre, quizás entendería todo lo que él estaba haciendo conmigo y así nos ahorraríamos ambos años de labores.