El ejercicio del péndulo

Se ejercita ahora la concentración sobre una imagen mental. En el primer ejercicio se trataba de percibir una sensación táctil. Aquí es un conjunto de sensaciones visuales el que entra en juego. Se le propone a la persona que imagine un antiguo reloj de péndulo. La sensación visual es ahora compleja, formada por varios elementos: El péndulo se presenta solo, nítido, con dos partes, el eje y el disco; con dos colores, gris y amarillo; animado de un movimiento oscilatorio, lento y regular. Aquí de nuevo el cerebro no asocia, sino que percibe esta imagen del péndulo en su conjunto, y eso es todo.

En el caso de la señora B., la doctora Bruston relata que estos dos ejercicios, practicados diariamente, le devolvieron la calma y suprimieron su angustia al darle la posibilidad de rehusar un pensamiento patógeno, y apartarlo. Pero la curación no está terminada. Falta aún la práctica de ejercicios complementarios, en particular aquellos llamados de “eliminación”, descritos más adelante, antes de que ella pueda experimentar una verdadera liberación.

Un baño de sensaciones

Cómo actúan estos ejercicios sobre la dinámica cerebral?

En ambos, el cerebro aprende a estar atento solamente a la sensación que recibe sucesivamente de las diferentes partes del cuerpo. Cuando ha decidido mantenerse en silencio, el cerebro envía el influjo nervioso a la planta del pie, percibe la sensación, pasa enseguida al tobillo, luego a la pantorrilla, percibiendo cada vez la sensación habitual. Se va así de un punto al otro, y se comprende cuán indispensable es proceder sucesivamente, sin saltar un solo punto, para facilitar y sostener la atención. Con un poco de entrenamiento, el sujeto experimenta un verdadero baño de sensaciones, en el que se zambulle plenamente, sin asociar otras ideas. Si se le pregunta después en qué ha pensado, a menudo responderá: ” En nada ! ” Su cerebro no ha pensado, no ha emitido, le ha bastado tomar consciencia de un estado de equilibrio y de armonía.

La práctica de este ejercicio le enseña al cerebro a aquietarse cuando se lo pedimos. Al acoger las sensaciones, al mismo tiempo que rehúsa las asociaciones, crea un condicionamiento nuevo sensación-silencio”, que se instala gracias a la repetición cotidiana del ejercicio y permite que actúe el control.